Queridos amigos y amigas:
Son muchos los lugares por una guerra crónica. En muchos de estos sitios ya no se conoce el origen de la contienda, lo único que queda es el odio y el miedo que se ha ido instalando en el corazón de las pèrsonas, generación tras generación. asesinado tras asesinato, injusticia tras insjusticia, pero, dejemos que la Palabra nos abra horizontes de esperanza.
Exceptuando los relatos de la pasión que leemos en Semana Santa, creo que la historia de Susana, es el texto más largo de la liturgia de la palabra. ¿Por qué la Iglesia nos propone esta interminable y un poco picante leyenda popular incluida en el libro de Daniel? Es una manera de acentuar el mensaje contenido en el nombre del profeta. Daniel significa, en efecto, “Dios hace justicia”. Y hoy, en un mundo injusto, estamos necesitados de esta “justicia divina”.
¿Cuántas veces hemos deseado que Dios desenmascare las mentiras que cubren en ocasiones a las personas socialmente honorables? ¿Cuántas veces hemos sentido verdadera indignación ante las injusticias que quedan impunes porque nadie se atreve a denunciarlas? La leyenda de Susana es como un símbolo de muchas historias actuales de explotación económica, de abuso sexual, de acoso psicológico, de negación de la libertad de expresión.
¿Cómo actúa Dios? En el salmo 22/23 y en el evangelio encuentro un atisbo de respuesta. Jesús dice: El que me sigue no camina en tinieblas. Y el salmista canta: Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo porque tú vas conmigo. La justicia de Dios es luz en la oscuridad de nuestros caminos. No es un ajuste de cuentas sino una linterna que nos ayuda a ver. Pone la verdad al descubierto para que todos, los que producen las injusticias y los que las padecen, podamos ver con claridad y, de esta manera, emprendamos el camino que conduce a la vida. Porque, al final, se trata de esto: de que todos encuentren el camino de la vida, no simplemente de sufrir una pena por el mal cometido.
C.R.
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