Queridos amigos:
El evangelista parece empeñado en averiguar por qué los judíos no creyeron a Jesús, ni quisieron ir a él, ni lo recibieron. Y acumula explicaciones. Primera: no hicieron caso al testimonio de Juan, por Dios como testigo de la luz, a diferencia de aquellos dos discípulos de Juan que se dejaron conducir por la palabra de su líder: “ése es el Cordero de Dios” y, después que le oyeron, siguieron a Jesús (Jn 1,36-37).
Segunda: no prestaron atención al testimonio de las propias obras de Jesús, a diferencia del funcionario real que supo caminar desde un crédito rudimentario hasta una fe íntegra y comunal. Tercera: nunca escucharon el testimonio del Padre, y, si no conocían al Dios verdadero, se incapacitaban para conocer a su enviado. Cuarta: no está en ellos el amor de Dios, y como el amor de Dios es “los ojos de la fe”, su ceguera les impide acceder al revelador; en cambio, advertimos cómo el discípulo amado, y que corresponde al amor, ve el sepulcro vacío y cree, o identifica inmediatamente a Jesús en medio de la bruma matinal. Quinta: no buscan la gloria que viene del único Dios, sino la propia gloria, mientras la fe entraña un despojo de la autosuficiencia, el reconocimiento agradecido de que Dios da el pan a sus amigos mientras duermen, la superación de la red de intereses en que me atrinchero con mi grupo. Y sexta: mucho presumir de Moisés, sí, pero en realidad no creen a Moisés ni dan fe a sus escritos. Les pasa (cambiamos de registro evangélico) como al epulón y a sus hermanos: si no dan fe ni hacen caso a Moisés ni a los profetas, aunque resucite un muerto no le harán caso. Y, claro, así no hay manera.
Todos conocemos la simpática historia del P. Tobías, que, ante la inundación que va cubriendo todo, se sube al tejado de la iglesia y aguarda que Dios lo salve. Primero pasa una pequeña barca, luego viene una lancha motora, al final le mandan un helicóptero, pero él, aupado en el alero del templo y en “su fe berroqueña”, acaba ahogándose. Cuando en el cielo protesta con furia por no haber sido atendido en las legítimas esperas de su fe, le replican: Apues aquí consta que se le han lanzado nada menos que tres cables. )Cómo ha desdeñado Vd. esos impagables medios de salvamento?
Es para hacer un repaso sobre todos los testimonios e impulsos para la fe que se nos dan y sobre el grado de nuestra acogida.
Vuestro amigo
Pablo Largo
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