Domingo 8º durante el año
Introducción a la celebración
Hermanos
y hermanas: somos una comunidad cristiana, Pueblo de Dios en torno a la mesa de
sus Palabra y del Pan y el Vino que se han de convertir en el Cuerpo y en la
Sangre de Jesús. Nos unimos a él en su entrega filial y obediente al Padre,
conscientes también de que nos ha elegido y enviado a testimoniar su evangelio
con obras y palabras. Hoy nos advertirá que lo primero para concretar es el reinado de Dios, su verdad y justicia, su
amor y su paz.
Comencemos
esta Misa cantando…
Saludo
inicial
En
el comienzo de esta misa, el Salmo 17 nos anima a confiar en el Señor, que nos ama sin medida, es siempre nuestro apoyo
y nos salva de todo peligro. Que él esté ahora y siempre con cada uno de
ustedes.
Acto penitencial
Por
eso, pongamos nuestra conciencia ante Dios y reconozcamos nuestra pequeñez y
pobreza pidiendo humildemente perdón por lo malo que hacemos y por lo bueno que
dejamos de hacer.
–
Tú conoces nuestros pensamientos y nuestras faltas de fe. Por las veces que te
ignoramos y te olvidamos:
Señor, ten piedad.
–
Tú conoces también nuestros sentimientos y sabes que muchas veces no te ponemos
en el centro absoluto de nuestro amor:
Señor, ten piedad.
–
Tú esperas una respuesta digna de ti. Por las muchas veces que nos quedamos en
promesas que poco y nada cumplimos:
Señor, ten piedad.
Liturgia de la palabra
Primera lectura (Is 49, 14-15): Una mentalidad común intenta
convencernos de que Dios castiga y nos
muestra el látigo. Pero el Señor, por boca de Isaías, nos declara que su
amor por cada uno de nosotros es más fuerte que la misma muerte.
Salmo
(Sal 61, 2-3. 6-9): Aunque una madre
abandone a sus hijos, ¡yo jamás!, dice el Señor. Por eso que nuestra
respuesta filial y confiada sea como dice el salmo: ¡Sólo en Dios descansa mi alma!
Segunda
lectura (1Cor 4, 1-5): Por redimirnos de nuestras
rebeldías, Jesús fue fiel y obediente al Padre hasta la cruz. Seamos fieles en
la misión que él nos encomiende, ¡y él mismo será nuestro juez y nuestro
premio!
Evangelio (Mt 6, 24-34): Por labios del evangelista Mateo,
Dios nos jura amor fiel y providente. Comparado con él, el amor de los padres y
madres todo junto, es apenas una sombra.
Oración
de los fieles
Hemos
proclamado nuestra fe en Dios y en todo cuanto él nos enseña, pidámosle que nos
ayude a vivir de fe y con todo amor, comprometidos en la construcción de un
mundo mejor.
A
cada intención pedimos: “Ayúdanos a
confiar en ti constantemente”
ü Isaías asegura que tu amor no tiene igual, y Juan
escribe que tú eres el amor en persona. Ayúdanos, Señor, a descubrir la
inmensidad de tu amor para que respondamos con mayor fidelidad y compromiso. Oremos.
ü Pablo nos insiste en responder fielmente a la
misión apostólica que nos encomiendas. Para que nuestra vida sea toda una
acción evangelizadora, y así el mundo crea que tú, Jesús, eres el enviado del
Padre. Oremos.
ü ¡Cuántos se desviven por poseer todo de todo, no
importa si despojan a otros de lo necesario! Que mostremos tu amor con nuestras
buenas obras, como antorcha luminosa entre tanta tiniebla de errores y maldades.
Oremos.
ü Danos ánimo frente a la correntada en contra, sin
jamás soltar los remos. Que viendo nuestro entusiasmo por el bien y la verdad,
otros vengan a sumarse en la construcción del Reino de tu Padre, en el amor, la
justicia y la paz. Oremos.
ü Oremos para que, comprometidos en nuestra misión
evangelizadora, nos estimulemos unos a otros, conscientes de que, aportando
nuestro esfuerzo, el Señor completará la obra que ha empezado en nosotros.
ü Oremos.
Oremos:
Señor Jesús, garantía palpitante del amor providente del Padre, te pedimos que
esta misa alimente los esfuerzos de la semana en la construcción del Reino de
Dios, en la verdad y la justicia, el amor y la paz. Tú que vives y reinas por
los siglos de los siglos. Amén.
Presentación
de las ofrendas
Presentamos
ahora sobre el altar, el pan y el vino que se han de convertir en el Cuerpo y
en la Sangre de Jesús. Junto a esos dones, nos presentamos también nosotros
como ofrenda viva, entregando lo vivido durante los días pasados y lo bueno que
nos proponemos concretar en la próxima semana. Lo hacemos cantando…
Padrenuestro
Felices
de ser hijos de un Dios Papá, cuyo amor infinito se derrama abundante sobre
cada uno, y renovando nuestro propósito de vivir como verdaderos hijos suyos,
juntos como hermanos, nos animamos a decir: Padre nuestro...
Comunión
Jesús
ha convertido el pan y el vino en el Sacramento
de su Cuerpo y Sangre y nos los da como alimento de vida eterna. ¡Qué
misterio y maravilla de amor que Dios inventa para permanecer caminando entre
nosotros y contagiarnos su misma vida divina: nos hace sus miembros vivos,
agentes suyos, instrumentos de su salvación en medio de nuestra sociedad!
Nos
acercamos a comulgar cantando…
Despedida y bendición final
Dios
nos ama tanto como nadie puede hacerlo ni tan siquiera imaginarlo. Que esta
verdad nos llene el alma de felicidad y nos impulse a corresponder con toda la
inteligencia y el afecto de nuestro corazón pero, sobre todo, con toda nuestra
mejor buena voluntad, para alabanza y la gloria de Dios, y para bien de todos
nuestros hermanos.
La
Misa del altar concluye, la Misa de la vida diaria continúa, fortalecida ahora
con esta eucaristía en el día en que
hacemos presente, celebramos y actualizamos la vida nueva que Jesús nos
obtuvo. ¡Que Dios nos acompañe en esta nueva semana, y que nosotros no nos
soltemos de su mano!
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