Presentación del Señor
Fr Miguel de Burgos
Este domingo se
celebra la fiesta de la "presentación" del Señor. La fiesta es de
origen oriental: Se le conocía como "Hipapanto = Encuentro". Hasta el
s. VI se celebraba el 15 de Febrero, por contar cuarenta días desde la
Epifanía, pero después comenzó a contarse desde la Navidad y de ahí que pasase
a celebrarse el 2 de Febrero. En realidad es una fiesta de sentido
cristológico, aunque no está descartada, desde luego, la significación
mariológica; por eso se la conoce como "La Candelaria". Es a partir
del s. VII cuando se introduce en la liturgia de Occidente, si bien algunos
afirman que el papa Gelasio (s. V), ya había instituido esta fiesta.
La Lectura (Malaquias 3,1-4): El
mensajero de la Alianza
El texto de este
profeta posterior al destierro, no solamente habla del famoso "día de
Yahvé" con tonos apocalípticos, sino desde una perspectiva más audaz y
esperanzadora para este mundo y esta historia. Se refiere, claro está, a la
historia de Israel y su pueblo, esa experiencia que es la base de todos los
mensajes proféticos. El libro de Malaquías abunda en visiones futuras sobre el
tiempo escatológico en el que se reunirán en torno a Yavé las naciones para
adorarle. El texto que nos ocupara de esta primera lectura litúrgica se ha
escogido porque se considera como la "profecía" de cumplimiento del
relato de Lucas sobre la presentación de Jesús en el templo. Un relato, que
como veremos, tiene más de simbólico y teológico que de histórico, aunque no
quiere decir que el hecho no sea histórico en sí.
Son tres los
personajes que se anuncian en el texto: "mi mensajero... el Señor.. el
mensajero de la alianza", y se ha discutido si se refiere a la misma
persona o son enviados previos. El mensajero, sin embargo, se ha identificado
en la tradición cristiana con Juan el Bautista (Mt 11,10), hasta el punto que
la figura del Bautista es una de las más apreciadas en el Adviento. Pero sobre
todo se describe con imágenes enérgicas, propias del mensaje apocalíptico, la
obra de purificación que Yavé llevará a cabo para separar el mal del bien, y
concluye con el resultado final: será posible ofrecer a Dios, definitivamente,
una ofrenda agradable, porque el pueblo será también definitivamente según lo
que Yahvé espera de él.
Interesa especialmente
el "mensajero de la alianza", porque es una constante de la teología
profética, aunque tenga los tonos apocalípticos de esta que nos ocupa. Pensar
que Dios ha de enviar a alguien para que restaure la Alianza es como empezar de
nuevo, como si la Alianza del Sinaí va no tuviera valor. Este es uno de los
motivos por lo que fueron rechazados los profetas. La Alianza no es algo que
acontece sin el compromiso de un pueblo por la justicia y el proyecto de Dios.
Si no se vive la Alianza, esta se ha roto por parte del pueblo... Pero Dios
siempre está empeñado en rehacer la Alianza y el proyecto de salvación con su
pueblo.
II Lectura (Hebreos 2,14-18):
Como sus hermanos... por eso el "digno de fe"
Este hermoso texto de
la carta a los Hebreos es muy significativo por varias razones. Principalmente
porque quiere mostrar a Jesús que desde ahora se le va a presentar como
"Sumo Sacerdote". Todavía no estamos en el c. 7 de esta carta o
sermón a los Hebreos, donde se describe de una forma extraordinaria el papel de
Jesús corno Sumo Sacerdote, original, capaz de hacer lo que los sacerdotes de
la Antigua Alianza no han sabido y no han podido llevar a cabo: introducirnos
en el "sancta sanctorum", en la intimidad de la santidad de Dios,
donde se pensaba que nadie antes podía llegan. Nuestro sacerdote, sin embargo,
lo ha logrado. Y todo esto porque Jesús es de nuestra carne y de nuestra
sangre.
Ese "Sumo
Sacerdote"; pues, título poco efectivo para describir la obra de Jesús,
pero lleno de contenido, es de nuestra familia, de nuestra carne, vive nuestra
historia, conoce nuestros pecados y nuestras miserias. Ha aprendido todo lo
nuestro — sin ser pecador—, para poder llegar al corazón de la maldad humana y
cambiarla radicalmente. Es, sobre todo, "compasivo y fiel (pistos)".
Se ha discutido mucho cómo ha de entenderse el adjetivo "fiel"; creo
que se debe interpretar, especialmente, corno "digno de fe", de
absoluta confianza para nosotros. ¿Por qué dice esto? Porque si bien Jesús de
Nazaret no es de familia sacerdotal, lo que ha hecho por nosotros, por nuestra
liberación lo hace verdaderamente "digno de fe y confianza". Nos ha
traído la salvación y ha hecho posible nuestra reconciliación con Dios,
destruyendo el mal (el diablo), dice el texto. Y especialmente es digno de fe,
porque ha sabido vivir nuestra misma vida, sin sentirse alejado del pueblo y de
sus miserias.
Evangelio (Lucas 2,22-40): Luz de todos
los corazones
Estamos ante una
verdadera obra maestra de la teología de Lucas (ya se comentó el texto en el
domingo después de Navidad, la Sagrada Familia). Queremos resaltar que
narrativamente es un texto evangélico y, corno tal, con un mensaje que va mucho
más allá del hecho histórico de la presentación de un recién nacido para
cumplir la ley de Moisés (o la ley de Dios como se dice a continua-ción). Se ha
de tener en cuenta que no era necesario que el niño fuera llevado al templo
para cumplir con el precepto de esa ley de la purificación de la madre (cf Lv
12,1-8), porque lo de la presentación del niño no era algo requerido por la ley
de Moisés. Se quiere, pues, mostrar que los padres de Jesús se atienen en todo
a esa ley,y pretenden "consagrarlo al Señor" según lo quo establecía
un precepto (Ex 13,2.12.15), con el rescate del primogénito (Ex 13,13; 34,20)
con el pago de cinco siclos (Num 18,15-16); aunque Lucas no dice expresamente
que se llevara a cabo ese rescate así. Lo importante era poner de manifiesto
que los padres de Jesús querían incardinar a su hijo a todo aquello que era
considerado como una vida de fidelidad a Dios cumpliendo ciertos preceptos.
Pero es eso
precisamente lo que va a ser puesto en entredicho en esta narración lucana. Los
padres que viven de esa fidelidad se van a encontrar, de pronto, con personajes
que viven y sienten al margen de esos preceptos. Son el viejo Simeón y la
profetisa Ana, quienes con su mensaje van a poner en "solfa" todo lo
que manda la ley y exige la tradición. Porque no basta con eso para ser fieles
a Dios. Y esta es una lección "teológica" que sus padres aprenden con
admiración y con la misma fidelidad con que intentaban ser fieles a la
tradición y a la religión de su pueblo. Estos personajes de la narración
aparecen como por ensalmo, pero no se quedan en la pura estética. No son los
sacerdotes los que acogen a Jesús en este momento en que es llevado al templo,
sino dos personajes que nada tienen que ver con la ceremonia que se realiza.
Primeramente, un anciano que esperaba la "consolación de Israel". No
podemos menos de unir esos dos elementos: anciano y quien espera la consolación
(según ls 40,1; 51,12; 61,2 designa la salvación de Israel). Su canto del
"Nunc dimittis" encierra todos los tonos del Espíritu, quien pasa a
ser protagonista a partir de este momento. Por eso mismo debemos saber leer
nuestro relato acentuando cómo se pasa desde la ley de Moisés al Espíritu. Esta
será una constante en la obra de Lucas. La salvación no llegará por la ley,
sino por el Espíritu de Dios. Cuando los padres van a consagrar al niño a Dios,
es Simeón quien aparece para "arrebatar" al niño de las manos maternas
y presentarlo él con su "palabra" y con su canto, bendiciendo a Dios.
No debemos pasar por alto este detalle, con toda su significación.
El canto de Simeón, el
"Nunc dimittis" está cargado de resonancias bíblicas y especialmente
por lo que se refiere a presentar a Jesús como "luz" de todas las
naciones (Is 52,10). Es la primera vez que aparece en la obra de Lucas y será
como una línea dorada en su doble obra (Evangelio-Hechos). Jesús no ha venido
solamente para salvar al pueblo de Israel, sino a todos los hombres. Es una
salvación que ilumina a todos los pueblos. Ese carácter universalista de la
salvación es, debe ser, central en el mensaje de esta fiesta.
El papel de Ana, la
profetisa, no es tampoco un adorno narrativo, aunque no está falto de estética
teológica. Viene en apoyo de lo que Simeón anuncia. No olvidemos que es una
"profetisa", que está día y noche en el templo. El templo como lugar
de la presencia de Dios, de los sacrificios y peregrinaciones.
Ahora a esta mujer
–debemos resaltar lo de ser mujer–, se le enciende el alma y el corazón de una
forma profética para proclamar la liberación (el rescate) de Jerusalén o de
Israel, el pueblo de Dios. Ya no es simplemente la mujer que en silencio ora y
asiste a las ceremonias sagradas, sino que rompe muchos silencios de siglos,
con la llegada de este niño al templo. Su voz femenina le da entraña a todo
aquello que podía haber quedado en un rito más de purificación.
No entramos en las palabras de
Simeón a María (vv. 34-35), del signo de Jesús, bandera discutida, que habla de
su historia concreta, de su predicación, de su experiencia de Dios, de sus
ofertas de salvación a los pecadores. Y de la "espada" (cf Ez 14,17)
de María, que es la espada de la palabra salvadora que lleva a la pasión. Sabemos
que todo esto no ha podido formularse sino después de los acontecimientos de la
Pascua. Porque, como todo el conjunto de Lc 1-2, esta es una escena
programática que habrá de desarrollarse a lo largo de la vida de Jesús. Y no
podemos olvidar que la historia concreta de Jesús es la historia de un Mesías
rechazado. María, en ese momento, para Lucas, no solamente es una figura
histórica, que lo es como madre que lleva a su hijo, sino que representa a la
nueva comunidad que fiel a Dios, pasa desde su experiencia de la fidelidad a la
ley a la experiencia de la fidelidad al Espíritu. Por eso la palabra de Jesús y
su vida, es una espada de identidad para esta comunidad