Queridos hermanos y hermanas,
Hoy es la fiesta del Bautismo del Señor y esta mañana he bautizado a treinta y dos niños. Agradezco con vosotros al Señor por estas criaturas y por toda nueva vida. Cada niño que nace es un don de alegría y de esperanza y cada niño que es bautizado es un prodigio de la fe y una fiesta para la familia de Dios.
El Evangelio de hoy destaca que, cuando Jesús recibió el Bautismo de Juan en el río Jordán, “se abrieron para él los cielos” (Mt 3,16). Esta cumple las profecías. De hecho, hay una invocación que la liturgia nos hace repetir en el tiempo de Adviento: “¡Si rasgaras el cielo y descendieras” (Is 63,19). Si los cielos permaneciesen cerrados, nuestro horizonte en esta vida sería oscura, sin esperanza. Sin embargo, celebrando la Navidad, la fe de nuevo nos ha dado la certeza de que los cielos se han abierto con la venida de Jesús. Y en el día del bautismo de Cristo de nuevo contemplamos los cielos abiertos. La manifestación del Hijo de Dios sobre la tierra marca el inicio del gran tiempo de la misericordia, después del que el pecado había cerrado los cielos, elevando una especie de barrera entre el ser humano y su Creador. ¡Con el nacimiento de Jesús los cielos se abrieron! Dios nos da en Cristo la garantía de un amor indestructible. Desde que el Verbo se hace carne es posible ver los cielos abiertos. Fue posible para los pastores de Belén, para los Magos de Oriente, para el Bautista, para los Apóstoles de Jesús, para San Esteban, el primer mártir que exclamó: “¡Veo los cielos abiertos!” (Hch 7,56) Y es posible también para cada uno de nosotros, si nos dejamos invadir por el amor de Dios, que nos viene dado por primera vez en el Bautismo por medio del Espíritu Santo.
Cuando Jesús recibe el bautismo de penitencia de Juan el Bautista, solidarizándose con el pueblo penitente – Él que no tenía pecado y no necesitaba la conversión-, Dios Padre hizo escuchar su voz desde el Cielo: “Este es mi Hijo, el amado: en el que me complazco” (v.17). Jesús recibe la aprobación del Padre celeste, que le ha enviado para que acepte compartir nuestra condición, nuestra pobreza. Compartir es el verdadero modo de amar. Jesús no se separa de nosotros, nos considera hermanos y comparte con nosotros. Y así nos hace hijos, junto a Él, de Dios Padre. Esta es la revelación y la fuente del verdadero amor.
¿No os parece que en nuestro tiempo hay una necesidad de un suplemento de un compartir fraterno y de amor? ¿No os parece que necesitamos todos un suplemento de caridad? No la que se contenta con una ayuda ocasional que no implica, que no se pone en juego, sino la caridad que comparte, que se hace cargo del malestar y del sufrimiento del hermano. ¡Qué sabor adquiere la vida, cuando nos dejamos inundar del amor de Dios!
Pidamos a la Virgen Santo que nos sostenga con su intercesión en nuestro compromiso de seguir a Cristo en el camino de la fe y de la caridad, la vía marcada por nuestro Bautismo.
DESPUÉS DEL ANGELUS
Queridos hermanos y hermanas,
Dirijo a todos vosotros mi cordial saludo, en especial a las familias y a los fieles venidos de las distintas parroquias de Italia y de otros países, como también a las asociaciones y a los distintos grupos.
Hoy quisiera dirigir un especial pensamiento a los padres que están preparando el Bautismo de su hijo. Me uno a la alegría de estas familias, agradezco con ellos al Señor y rezo para que el Bautismo de sus hijos ayude a los mismo padres a descubrir la belleza de la fe y a volver de forma renovada a los Sacramentos y a la comunidad.
A todos os deseo un buen domingo y una buena comida. ¡Hasta pronto!
El Papa bautiza a 32 niños
En la mañana de hoy, fiesta del bautismo del Señor, el Papa Francisco presidió en la Capilla Sixtina del Vaticano la Santa Misa con la celebración del rito del bautismo a 32 niños recién nacidos, o de pocos meses, normalmente hijos de empleados vaticanos. Un abrazo ideal a todos los niños del mundo, que iluminó la solemnidad de la Capilla Sixtina, repleta de padres, padrinos y otros invitados, quienes saludaron y presentaron sus bebés al Santo Padre.
La fiesta de hoy, con la que concluye el tiempo navideño, nos brinda la oportunidad de ir a las orillas del Jordán, para participar en el bautismo de Jesús por parte de Juan Bautista. “Todo el pueblo se hacía bautizar, y también fue bautizado Jesús. Y mientras estaba orando, se abrió el cielo y el Espíritu Santo descendió sobre él en forma corporal, como una paloma. Se oyó entonces una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección». (Lc 3, 21-22).
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