A lo largo de esta segunda semana del tiempo de Navidad, el Evangelio de cada día nos ha ido mostrando los primeros pasos del ministerio público de Jesús según los tres evangelistas sinópticos. Hoy es Lucas el que nos cuenta el inicio de la misión de Jesús. Y lo hace con el episodio de Jesús en la Sinagoga de Nazaret. Según Lucas, Jesús comenzó sus andares misioneros enseñando en las sinagogas de Galilea, y señala como especialmente significativo su discurso en Nazaret.
Curiosamente debe ser el discurso más breve que Jesús dirigió. Le bastó con una frase de ocho palabras. No necesitaba de largas homilías para convencer: en su vida, en sus gestos, en su persona se estaba realizando lo que los profetas habían anunciado. ¿Para qué más? Se contentó con leer el pasaje de Isaías y hacer ver a los que escuchaban asombrados que esas profecías sobre el Mesías se estaban cumpliendo ya en su propia persona.
Sorprende que hoy día, los que hablamos de Jesús y somos sus testigos tengamos que hablar tanto para anunciar la Buena Noticia del Reino. Más sorprende aún que la mayor parte de nuestros discursos no estén dirigidos a hablar precisamente del Reino, de su justicia, de la alegría ante su cercanía o de la transformación que provoca, en las personas y en las sociedades; parece que nos preocupa más la imagen que tiene la Iglesia ante la sociedad, o la moral de los fieles, y no fieles, o los “ataques” que sufrimos contra nuestras ideas, convicciones e instituciones.
Jesús, más que hablar, hacía; y en sus gestos, actos y valores mostraba lo que quería transmitir. Por eso necesitaba de pocas palabras. Y su tema era siempre el mismo: la Buena Noticia de la cercanía del Reino y la llamada a convertirse a él. Pero entonces, los continuadores de su misión tenemos que hacernos preguntas muy importantes: ¿qué o a quién ponemos en el centro de nuestra predicación?; ¿a quiénes va especialmente dirigida?; ¿quiénes son nuestros preferidos?, ¿los pobres?; ¿qué muestran nuestros gestos, acciones, manera de vivir, valores?, ¿somos testimonio vivo del evangelio de Jesús?
Francisco Javier Goñi, cmf
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