29 diciembre 2013

Reflexión Gálatas,4

Por paradójico que parezca, para leer bien a Pablo es preciso “aislarlo” de la perspectiva evangélica, que es desde donde se le suele leer. Parece que Pablo no ha tenido acceso a ninguno de los evangelios o relatos similares. Por lo tanto, su visión es más “primitiva” que la de los mismos textos evangélicos. De ahí que se pueda decir que, como él mismo afirma, es portador de “una tradición anterior”. Ésta no ha entrado aún en los moldes del teísmo. Luego, al principio, la comprensión de Jesús no estaba cargada de teísmo. Pero Pablo, al elaborar una espiritualidad de proximidad total de identificación entre Jesús y Dios, al proponer una experiencia espiritual de Dios de una intensidad única arriesgaba el abrir la puerta a un modo teísta de mirar el hecho histórico de Jesús.
Cuando Gálatas dice que Jesús es un “nacido de mujer, nacido bajo la Ley” está asentando su verdad histórica: pertenece totalmente a la historia, no viene de ningún lado ajeno a esa misma historia y, por lo mismo, hará parte de tal historia para siempre. Esta seriedad histórica, este hacer parte de lo nuestro como toda creatura que viene a esta historia, es algo que siempre habrá que mantener en el imaginario sobre Jesús y su obra de salvación.
Del mismo, resulta necesario afirmar con toda seriedad que “la adopción” que el hacer parte de la historia de Jesús nos acarrea y que nos hace hijos de Dios tiene un contenido igualatorio: por adopción se nos hace hijos como Jesús. El acento no está puesto en la diferencia (Jesús es “verdadero” hijo, nosotros “adoptivos”, de segundo orden), sino en la igualdad. La similar pertenencia histórica es la que nos hace hijos por el amor del Padre que se vierte a quien pertenece a la historia.
Por eso mismo, podemos decir el grito de la filialidad “Abba”, la manera como nombran a Dios los verdaderos hijos porque lo son de verdad. Solamente en Mc 14,36 y aquí se consigna esta manera cálida, afectiva, honda de denominar a Dios. El Espíritu del Hijo, la herencia entregada a la comunidad, es la que nos capacita y anima para creer que esto es así, que nuestra pertenencia a la familia de Jesús es total.
La prueba de que esto no es una fantasía es que heredamos como Jesús: “eres heredero por voluntad de Dios”. En las sociedades antiguas el tema de las herencias estaba muy controlado para evitar la dispersión del patrimonio familiar. Dios no tiene empacho en hacer heredera a toda creatura, igual que Jesús, porque la acogida en la familia ha sido como la de Jesús. Por “la mujer”, María, ha funcionado históricamente este hermoso mecanismo. Siempre le estaremos agradecidos, por su fe y por su maternidad.
Fidel Aizpurúa Donázar

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