¿De qué estás cansado/a? ¿Del ritmo de vida que llevas? ¿De esa relación personal que no termina de arreglarse? ¿De la falta de comprensión que los demás tienen hacia ti? ¿De esta crisis que no acaba de terminar? ¿De las estructuras injustas sociales que te impiden realizarte y oprimen a muchos? ¿De que las cosas no salen como quisieras? ¿De que no te hacen caso? ¿Cansado de vivir? ¿De qué estás cansado? Piénsalo y exprésalo con sinceridad, sin autoengaños. Escúchate y dítelo a ti mismo, porque el Señor, a través de su Palabra, hoy nos hace una invitación muy concreta: ¡ven y descansa!
Por un lado, uno de los protagonistas del Adviento, el profeta Isaías, nos dice: … Él da fuerza al cansado, acrecienta el vigor del inválido; se cansan los muchachos, se fatigan, los jóvenes tropiezan y vacilan; pero los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, echan alas como las águilas, corren sin cansarse, marchan sin fatigarse. Por otro, el Evangelio refuerza esta invitación con el imperativo que Mateo pone en boca de Jesús: Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré.
Está muy claro, la invitación es que hoy encuentres algún momento de paz, en medio de tus rutinas diarias, para orar descansando; para abrir tu corazón a Jesús y enseñarle todos tus cansancios existenciales que no te dejan vivir, que te restan energías y te quitan alegría. Para dejar que la fuerza de la Gracia que nos llega a través del Espíritu Santo, reponga tus fuerzas, toque tus heridas, alivie tus cargas. Déjate querer por el Señor, descansa en Él, para un poco. Sin prisas, sin correr, sin ansiedad. Su acción es lenta, pero segura, reparadora. Sólo hay que dejarse hacer, ponte a tiro.
Juan Lozano, cmf
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