Coloquialmente utilizamos la expresión: “Esto no es vida”, cuando una situación se nos está haciendo difícil de sobrellevar, ya sea por el esfuerzo o quebraderos de cabeza que supone, ya sea porque se alarga en el tiempo y está provocándonos sufrimiento y angustia. Y aunque en esos momentos no lo pensemos, si decimos que “esto no es vida” es porque de algún modo tenemos la idea de lo que es “la vida”, de cómo debería ser la vida, y por eso, por contraste, nos damos cuenta de lo que no tenemos, y nos lamentamos por ello.
Muchas personas están pasando situaciones muy difíciles, y también sienten que “esto no es vida”; pero como quizá no tenemos del todo claro cómo debería ser “la vida”, la que de verdad nos va a otorgar la felicidad que deseamos y buscamos, y que en este mundo no vamos a encontrar, estos últimos domingos del año litúrgico nos invitan reflexionar al respecto. Es cierto, “esto no es vida”, esto no es “la vida” que buscamos, pero porque estamos llamados a “la vida” verdadera, y la Palabra de Dios de este Domingo nos da algunas pistas.
En la 1ª lectura, esos hermanos sabían que lo que sus enemigos les ofrecían (forzarlos a comer carne de cerdo, prohibida por la ley), “eso no era vida”, comparándolo con lo que Dios les ofrece y que ellos querían y esperaban, y así lo manifiestan con valor: Estamos dispuestos a morir antes que quebrantar la ley de nuestros padres… Tú, malvado, nos arrancas la vida presente, pero el rey del universo nos resucitará para una vida eterna… Vale la pena morir a manos de los hombres cuando se espera que Dios mismo nos resucitará…
Dios nos ofrece su vida, y lógicamente nos preguntamos cómo será esa vida. A veces pensamos que la resurrección será como una prolongación de la que aquí tenemos, y caemos en fantasías e imaginaciones que resultan increíbles y provocan rechazo, como les ocurría a esos saduceos que, por tener una idea equivocada de la resurrección, la negaban planteando el ejemplo de esa mujer que estuvo con siete hermanos, y que acababa llevando al absurdo.
Pero Jesús, aunque no responde directamente a la pregunta sobre cómo será la vida de Dios, sí que nos dice que será diferente e infinitamente mejor de lo que ahora conocemos: los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos… son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección.
Cristo se hizo hombre porque sabía que para nosotros “esto no es vida”, que estamos llamados a más, a la resurrección, y Él es la puerta de “la vida” verdadera que nos ofrece por amor. Una vida verdadera que ya ahora podemos ir anticipando, como decía san Pablo en la 2ª lectura: Que Jesucristo, nuestro Señor y Dios nuestro Padre –que nos ha amado tanto y nos ha regalado un consuelo permanente y una gran esperanza– os consuele internamente y os dé fuerza para toda clase de palabras y de obras buenas.
¿En qué ocasiones he exclamado: “esto no es vida”? ¿Cómo quisiera que fuese “la vida”? ¿Pienso alguna vez en cómo será la vida eterna? ¿Tengo una idea fantasiosa, o la idea de la fe?
Cuando tengamos razones para afirmar que “esto no es vida”, recordemos que “esto no es la vida” que Dios quiere para nosotros, y que hoy como entonces Dios nos ofrece su vida, para que tengamos vida, porque como hemos escuchado en el Evangelio: No es Dios de muertos, sino de vivos: porque para él todos están vivos.
Como decía san Pablo en la 2ª lectura: Que el Señor dirija vuestro corazón, para que améis a Dios y esperéis en Cristo. Ojalá vivamos de tal modo nuestra vida iluminada por la fe en Cristo Resucitado y por la esperanza en nuestra propia resurrección, que aun en medio de las situaciones más difíciles, ya no dijéramos “esto no es vida”, sino que con esperanza pudiéramos afirmar, como san Pablo: Para mí la vida es Cristo (Flp 1, 21), ya ahora, y un día en plenitud, como hijos de Dios.
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