Hoy es domingo, 16 de noviembre.
Hoy, un dí amás, me pongo en tu presencia, Señor, y me dispongo a aprender de tu palabra. Respiro despacio, trato de acallar las voces, los ruidos de fuera, las prisas y la actividad cotidiana. Este tiempo es para ti, para que tú pongas un poco de sentido, de orden y de ternura en mi mirada en la vida. Me hago consciente de que estás aquí conmigo, a tu manera misteriosa. Es este un tiempo para escuchar, para crecer, para dejar que tú seas mi luz. Hoy la lectura va a hablar de la importancia de trabajar. Pero es necesario poner ese mensaje en perspectiva y saber que tú, Señor, eres el primero que siempre y en todo lugar, trabajas por mí.
La lectura de hoy es de la segunda carta de Pablo a los Tesalonicenses (2Tes 3, 7-12):
Ya sabéis cómo tenéis que imitar nuestro ejemplo: no vivimos entre vosotros sin trabajar, nadie nos dio de balde el pan que comimos, sino que trabajamos y nos cansamos día y noche, a fin de no ser carga para nadie. No es que no tuviésemos derecho para hacerlo, pero quisimos daros un ejemplo que imitar. Cuando vivimos con vosotros os lo mandamos: El que no trabaja, que no coma. Porque nos hemos enterado de que algunos viven sin trabajar, muy ocupados en no hacer nada. Pues a esos les mandamos y recomendamos, por el Señor Jesucristo, que trabajen con tranquilidad para ganarse el pan.
San Pablo habla con la voz de la coherencia, de la exigencia, de la radicalidad. Pide a los cristianos de Tesalónica, que trabajen, que se ganen la vida, que se esfuercen. Es el suyo un grito contra los que se apoltronan y se aprovechan de los demás. Contra los que jamás se esfuerzan y creen que todo se les debe. O incluso contra los falsos pastores que enmascaran su flojera tras las apariencias. Y yo, ¿de verdad me esfuerzo cada día por salir adelante?
El grito de Pablo es también una llamada a la seriedad, al respeto por el valor del trabajo, a la entrega cotidiana. Hay muchas formas de trabajar hoy en día. Y de algún modo se entrelazan. Trabajamos por el evangelio, por los pobres, por las sociedades, por los nuestros, por los otros, por el pan de cada día. Y yo, ¿de qué manera trabajo?
Las palabras de Pablo: el que no trabaja que no coma, son provocadoras. Y hoy en día, tal vez, excesivas. Al menos si pensamos en la cantidad de personas que queriendo trabajar no pueden. Por falta de empleo, de oportunidad, de salud… Pido hoy por la gente en esas situaciones de necesidad, de dificultad, de agobio. Le pido al Señor que se enciendan luces de esperanza y sentido y se abran caminos para encontrar soluciones.
Al volver a leer el texto, me imagino a san Pablo, viajero insaciable, predicador convencido de tener una palabra y una verdad que transmitir. Un hombre apasionado, intenso, entregado. Leo sus palabra, no como quien recibe una reprimenda, sino como quien se deja ilusionar por la convicción de un apóstol.
Si puedo
Si puedo hacer, hoy, alguna cosa,
si puedo realizar algún servicio,
si puedo decir algo bien dicho,
dime cómo hacerlo, Señor.
Si puedo arreglar un fallo humano,
si puedo dar fuerzas a mi prójimo,
si puedo alegrarlo con mi canto,
dime cómo hacerlo, Señor.
Si puedo ayudar a un desgraciado,
si puedo aliviar alguna carga,
si puedo irradiar más alegría,
dime cómo hacerlo, Señor.
Si puedo hacer, hoy, alguna cosa,
si puedo realizar algún servicio,
si puedo decir algo bien dicho,
dime cómo hacerlo, Señor.
Si puedo arreglar un fallo humano,
si puedo dar fuerzas a mi prójimo,
si puedo alegrarlo con mi canto,
dime cómo hacerlo, Señor.
Si puedo ayudar a un desgraciado,
si puedo aliviar alguna carga,
si puedo irradiar más alegría,
dime cómo hacerlo, Señor.
Grenville Kleise
Voy llegando al final. Hablo ahora contigo, Señor. Te cuento lo que he sentido. Lo que me ha conmovido en este tiempo de oración. Lo convierto en promesa o en llamada, o en ofrecimiento. Abro las manos vacías para que tú las llenes con tu evangelio y me despido sintiendo que llevo conmigo tu mensaje, tu palabra y tu semilla para este mundo.
Que esta oración te pueda acompañar a lo largo de la semana, repitiendo en tu interior, una y otra vez, ese anhelo: Señor, que trabaje por ti… Señor que trabaje por ti...
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