Hoy es martes, 1 de octubre.
En este camino de la vida que recorremos con tanta gente, por un momento haz un alto y ponte ante el Señor. Pídele su bendición y también que te deje acompañarle hoy, en lo cotidiano, durante todo el día, en cada gesto que hagas y cada momento que vivas. O pídele que te ayude a reconocerle en lo que ya has vivido en esta jornada.
La lectura de hoy es del evangelio de Lucas (Lc 9, 51-56):
Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante. De camino, entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén.
Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: «Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?»
Él se volvió y les regañó y dijo: «No sabéis de que espíritu sois. Porque el Hijo del Hombre no ha venido a perder a los hombres, sino a salvarlos.»
Y se marcharon a otra aldea.
Nosotros también acompañamos a Jesús en el camino de la vida, y como Juan y Santiago, también somos sus mensajeros. Esos a los que envía por delante. Dedica un tiempo a hacerte consciente y preguntarle a Jesús hacia dónde te envía o pregúntale cómo quiere que te presentes en lo cotidiano de tu vida.
Sin embargo, no siempre corresponde nuestra actitud con la que Jesús quiere. También nosotros a veces como Juan y Santiago, pretendemos echar rayos y acabar con situaciones que nos parecen injustas o que no son correctas. Y no lo hacemos a su estilo. Trata de reconocerte ahí en esos momentos de incomprensión y escucha lo que Jesús te dice.
Los samaritanos no reciben a Jesús porque se dirige a Jerusalén. La eterna cantinela, la lucha entre unos y otros en nombre de etiquetas, etnias, ideologías o pueblos. Piensa si también a ti te influyen algunas de esas categorías. Si estás a la defensiva frente algunas personas por pertenecer a algunos grupos y pídele a Jesús que te ayude a acoger a cada persona tal y como es.
Vuelve a leer el texto, tratando de entrar en la escena y verte como uno más, acompañando a Jesús como Santiago y Juan, tú eres el mensajero, enviado para preparar su llegada.
Puedes terminar este rato de oración contándole a Jesús lo que sientes tras haberte visto como mensajero. Pídele ser capaz de seguirle cada día más y mejor.
Tomad, Señor y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento, y toda mi voluntad. Todo mi haber y poseer. Vos me lo disteis, a vos, Señor, lo torno. Todo es vuestro, disponed a toda vuestra voluntad. Dadme vuestro amor y gracia, que esta me basta.
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