05 octubre 2013

El Papa Francisco en Asís!!


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DE LA REVISTA ECCLESIA
Escuchar la Palabra, caminar juntos, ir a las periferias: Francisco en Asís a los sacerdotes, consagrados y laicos
 Discurso del Papa Francisco al clero, a las personas de vida consagrada y a miembros de Consejos Pastorales en la catedral de San Rufino, de Asís (4-10-2013)
Queridos hermanos y hermanas de la comunidad diocesana: ¡Buenas tardes! ¡Os doy las gracias por vuestra acogida, sacerdotes, religiosos y religiosas, laicos que trabajáis en los consejos pastorales! ¡Qué  necesarios son los Consejos Pastorales! Un obispo no puede guiar a una diócesis sin Consejos Pastorales. Un párroco no puede guiar a una parroquia sin Consejos Pastorales. ¡Esto es fundamental!
¡Nos encontramos en la catedral! Aquí se conserva la pila bautismal en la que San Francisco y Santa Clara fueron bautizados, que en aquella época se hallaba en la iglesia de Santa María. ¡La memoria del bautismo es importante! El bautismo es nuestro nacimiento como hijos de la Madre Iglesia. Quisiera haceros una pregunta: ¿Quiénes de vosotros sabéis que día os bautizaron? ¡Pocos! ¡Pocos! ¡Ahora ya tenéis deberes para hacer en casa! «Mamá, papá: dime, ¿cuándo me bautizaron?». Y es que es importante, porque es el día del nacimiento como hijo de Dios. Un solo Espíritu, un solo bautismo, en la variedad de los carismas y de los ministerios. ¡Qué gran don ser Iglesia, formar parte del Pueblo de Dios! Todos somos el Pueblo de Dios. En la armonía, en la comunión de las diversidades, que es obra del Espíritu Santo, porque el Espíritu Santo es la armonía y crea la armonía: ¡es un don de él, y debemos estar abiertos para recibirlo!
El obispo es custodio de esta armonía. El obispo es custodio de este don de la armonía en la diversidad. Por eso el Papa Benedicto ha querido que la actividad pastoral en las basílicas papales franciscanas se integre en la diocesana. Porque el obispo tiene que crear la armonía: es su tarea, es su deber y su vocación. Y tiene un don especial para crearla. Me alegra que vayáis bien por este camino, en beneficio de todos, colaborando juntos con serenidad, y os animo a continuar. La visita pastoral concluida hace poco y el Sínodo diocesano que estáis a punto de celebrar son momentos fuertes de crecimiento para esta Iglesia, a la que Dios ha bendecido de manera especial. La Iglesia crece, pero no porque haga proselitismo: ¡no, no! La Iglesia no crece por proselitismo. La Iglesia crece por atracción, por la atracción del testimonio que cada uno de nosotros da al Pueblo de Dios.
Ahora, brevemente, quisiera subrayar algunos aspectos de vuestra vida de comunidad. No pretendo deciros cosas nuevas, sino confirmaros en las más importantes, que caracterizan vuestro camino diocesano.
 1. La primera cosa es escuchar la Palabra de Dios. La Iglesia es esto: la comunidad –lo ha dicho el obispo–, la comunidad que escucha con fe y con amor al Señor que habla. El plan pastoral que estáis viviendo juntos insiste precisamente en esta dimensión fundamental. Es la Palabra de Dios la que suscita la fe, la alimenta, la regenera. Es la Palabra de Dios la que toca los corazones, los convierte a Dios y a su lógica, que tan distinta es de la nuestra; es la Palabra de Dios la que renueva continuamente nuestras comunidades…
Creo que todos podemos mejorar un poco bajo este aspecto: volvernos todos más oyentes de la Palabra de Dios, para ser menos ricos de nuestras palabras y más ricos de sus palabras. Pienso en el sacerdote, que tiene la tarea de predicar. ¿Cómo puede predicar si antes no ha abierto su corazón, no ha escuchado, en silencio, la Palabra de Dios? ¡Fuera esas homilías interminables, aburridas, en las que no se entiende nada! ¡Esto es para vosotros! Pienso en el padre y en la madre, que son los primeros educadores: ¿Cómo pueden educar si su conciencia no está iluminada por la Palabra de Dios, si su forma de pensar y de actuar no está guiada por la Palabra? ¿Qué ejemplo pueden dar a sus hijos? Esto es importante, porque después el padre y la madre se quejan: «¡Este hijo…!». Pero tú, ¿qué testimonio le has dado? ¿Cómo le has hablado? ¿De la Palabra de Dios o de la palabra del telediario? ¡Ya el padre y la madre tienen que hablar de la palabra de Dios! Y pienso en los catequistas, en todos los educadores: si su corazón no está inflamado por la Palabra, ¿cómo pueden inflamar los corazones de los demás, de los niños, de los jóvenes, de los adultos? No basta con leer las Sagradas Escrituras; hay que escuchar a Jesús que habla en ellas: es el mismo Jesús el que habla en las Escrituras, es Jesús el que habla en ellas. ¡Tenemos que ser antenas receptoras, sintonizadas con la Palabra de Dios, para ser antenas transmisoras! Se recibe y se transmite. ¡Es el Espíritu de Dios el que da vida a  las Escrituras, el que las da a entender en profundidad, en su sentido auténtico y pleno! Preguntémonos, como una de las preguntas en preparación del Sínodo: ¿Qué lugar tiene la palabra de Dios en mi vida, en mi vida diaria? ¿Estoy sintonizado con Dios, o con tantas palabras de moda, o conmigo mismo? Una pregunta que cada uno de nosotros tiene que hacerse. SIGUE LEYENDO...


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