Lucas es el evangelista que presenta de forma más desarrollada la enseñanza de Jesús sobre el dinero. El pasaje de hoy nos trae una parábola (vv. 1-9) y una serie de dichos (vv. 10-13) que Jesús dirige a sus discípulos en el camino a Jerusalén, aunque el contexto da a entender que los fariseos también lo están oyendo. En el versículo inmediatamente posterior (16,14) se burlarán de esta enseñanza de Jesús.
La parábola comienza con una situación de crisis: un hombre rico pide cuentas a su administrador que ha derrochado sus bienes. La reacción del administrador llama la atención: ¿continúa privando a su señor de sus bienes o lo que hace es renunciar a su parte, su propio margen de ganancia? Parece más lo segundo, pero en cualquier caso con su iniciativa se asegura la reciprocidad de los deudores de su señor que han salido beneficiados. Es por tanto la habilidad de este hombre para responder a esta crisis la clave de la historia, la razón de la admiración de su señor y lo que debe servir de ejemplo a sus discípulos.
Así entendemos las dos conclusiones con que Jesús cierra la parábola (vv. 8-9). En primer lugar, los discípulos deben imitar la astucia del administrador para responder a la «visita de su Señor», que para ellos obviamente es Jesús. Segundo, como este hombre ha utilizado las posesiones para asegurarse su vida, así deben hacer los discípulos para ser recibidos en las moradas eternas. A la luz de las palabras de Jesús sobre vender los bienes, darlos en limosna y hacer un tesoro en el cielo (12,33), parece evidente la referencia a la limosna. Es una constante en Lucas que el uso que hacemos de nuestras posesiones refleja nuestra disposición interior ante Dios.
De los cuatro dichos de Jesús (vv. 10-13), los tres primeros juegan con el contraste entre algo menor y mayor. Puede pensarse que lo menor se refiere a lo que se posee mientras que lo mayor es la actitud ante Dios. Depende cuál sea nuestra respuesta en el uso de lo que tenemos, así será nuestra respuesta al Señor. El último dicho subraya el peligro del dinero, que es personificado como un ídolo. Si darlo nos lleva junto a Dios, estar a su servicio es rechazar a Dios.
Pablo Alonso Vicente, S.J.
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