30 agosto 2013

Viernes 30 de agosto

Hoy es viernes, 30 de agosto.
Me dispongo un día más a entrar en la presencia de Dios, en su silencio lleno de vida y de amor. Él se me ofrece en este momento para sentir su cercanía, para hacer lo mío. En su presencia, le ofrezco mis distracciones y voy calmando mi corazón. Respiro profundamente y me sumerjo, poco a poco, en su inmensidad.
El evangelio de hoy nos invita a contemplar a esas muchachas que en la noche esperan al novio que no termina de llegar. Una oración que pide, ilumina nuestra oscuridad, Señor, al final del día defiendenos de los peligros de la noche, por el amor de Jesús, nuestro Señor y nuestra vida.
La lectura de hoy es del evangelio de Mateo (Mt 25, 1-13):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Se parecerá el reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: "¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!" Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas: "Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas." Pero las sensatas contestaron: "Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis." Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo: "Señor, señor, ábrenos." Pero él respondió: "Os lo aseguro: no os conozco." Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora.»
Cada día de mi vida es un volver a salir con el candil en la mano. El Señor me invita a abrirme a su cercanía, a su amor, a encender ese candil con la esperanza de encontrarlo y de que me encuentre. Es una invitación que no obliga a nada difícil. Lo único que he de hacer es preparar una pequeña llama para iluminar mi corazón y que Jesús pueda llegar hasta él. Pido que el Espíritu Santo pueda actuar en mí para poder abrirme a su presencia.
El reinado de Dios, se puede vivir de muchas maneras. Se puede vivir con necedad o con prudencia. Se puede vivir olvidando el compromiso de amor con los hermanos, o viviendo con generosidad, ofreciendo o repartiendo los dones que me ha regalado Dios. Él mismo me avisa de su presencia. Escucho la voz de su llamada para ponerme en camino. ¿Qué me dice su voz?
El Señor ya llega, ya está aquí, pero no tengo miedo de no encontrarlo, porque cada día es una oportunidad para llenar el candil con aceite y salir en su búsqueda. De nuestra relación de amor él es el más comprometido y el que desea encontrarme con esta fuerza. Me dispongo, una vez más, a salir en su búsqueda en los caminos, a veces, oscuros de la vida. Pido tener la fe suficiente para entender, en el fondo de mi corazón, que Jesús me está buscando.
Vuelvo a leer el texto. Jesús llega y yo sé que me encontrá con el corazón dispuesto, confiado en él. Hago mías sus palabras que me invitan a la prudencia, a llenar mi lámpara de aceite.
Una vez más pido al Padre que venga su reino, que se haga presente en mi vida y en la vida de todos sus hijos e hijas. Que el pan de cada día sea el aceite que necesito para prender mi lámpara, para reconocer que de él viene todo y en él confío todo lo que tengo y lo que soy.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
Amén.

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