28 julio 2013

Orar al Padre

La oración es la expresión espontánea de la experiencia de Dios en todas las religiones. ¿Cómo se explica que nosotros digamos que no sabemos orar o que nos resulta muy difícil hacerlo? El tema de la oración es tan extenso, que aquí tenemos que limitar nuestro comentario a los principios fundamentales que se deducen del evangelio de hoy, un pequeño tratado sobre la oración, que Jesús expone en tres partes: la oración del Padrenuestro (11,1-4), la parábola del amigo inoportuno (11,5-8), y la exhortación final a la confianza (11,9-13).
Mientras Jesús estaba orando, esa es la ocasión que provoca la petición de los discípulos: Señor, enséñanos a orar. Efectivamente, nuestra oración ha de integrarse en la experiencia oracional de Jesús para poder reproducirla. Lucas nos lo presenta con frecuencia en íntima comunicación con Dios y nos ofrece literalmente muchas de las oraciones que brotan de sus labios con toda espontaneidad al filo de los acontecimientos: su bautismo, su transfiguración, la elección de los Doce, la formación de sus discípulos, su agonía en Getsemaní, su muerte incluso (cf. Lc 3,21; 6,12; 9,28s; 10,21s; 22,41-44; 23,46).
Estos actos de oración se repiten en su vida, porque en ellos cristaliza una actitud religiosa habitual, la absoluta fidelidad a ese Dios al que se dirigen. Si la oración verdadera se resuelve en “un diálogo con Dios”, su requisito principal en el orante esdejar ser lo que es a su Interlocutor. Y la instrucción de Jesús en el evangelio de hoy nos  revela cómo es Dios en esa dialéctica entre su inmanencia y su transcendencia.
I. La inmanencia de Dios: Dios está aquí. En esta certeza empieza la oración. El orante  posee una conciencia experimental de que todo, incluso él mismo, y en todo momento está habitado por la presencia de Dios: En él vivimos, nos movemos y somos(Act 11,28). San Juan de la Cruz la llama advertencia amorosa de Dios, que nos inunda por todas partes.
La oración, más como actitud que como acto, presupone que el orante percibe esaPresencia con sus tres características:
     1. Es previa y se anticipa a cualquier artificio humano. La iniciativa de estar aquídepende exclusivamente de Dios mismo. El orante no puede forzar esa Presencia, pero necesita disponerse a ella para hacerla efectiva. Y, al orar, se da cuenta que es él mismo quien está desde siempre presente a los ojos de Dios y llevado por su providencia.  
     2. Es personal. La oración es el encuentro con un Tú, sujeto absoluto, capaz de escuchar y responder, pero al mismo tiempo, como veremos, irreductible a la condición de objeto manipulable por el hombre a su capricho.
        3. Es amorosa. Dios, a quien se dirige nuestra oración, es amor; él nos amó primero (1 Jn 4,8,19). El amor configura su presencia entre nosotros. De esta certeza nace la oración confiada, a despecho de todos los temores ante nuestro pasado, nuestro presente o nuestro futuro: él está incondicionalmente a nuestro favor. Jesús pondera este amor entrañable comparándolo con dos figuras, la del padre y la delamigo.
Para entender el alcance de la paternidad de Dios, hay que adentrarse en la autoconciencia de filiación divina que domina la vida de Jesús. En los cuatro evangelios se contabilizan 142 veces en las que Jesús designa a Dios con el apelativo de Padre,incluso acompañado del posesivo mío o en su versión doméstica aramea de Abbá, llena de confianza y de cariño.
La analogía del amigo importunado se incluye en el contexto de los deberes de la hospitalidad. En nombre de una amistad verdadera, no se puede dejar sin el socorro detres panecillos al que se encuentra en una situación de urgente necesidad.
Ahora bien, dada la insuficiencia de estas imágenes en el uso social, Jesús monta un   argumento a fortiori, que funda nuestra confianza en la oración: Si vosotros actuáis así, como un padre o un amigo, ¿cuánto más vuestro Padre del cielo con vosotros? 
II. La transcendencia de Dios: el totalmente otro y no identificado del todo con ningún otro, aunque presente en todoCon Jesús, el creyente cristiano puede dirigirse a Dios en su oración con apelativos tan entrañables como Padre mío, mi amigo, mi amado, mi pastor, mi roca, mi refugio,… pero también tiene que reconocer su transcendencia con otros atributos como infinito, eterno, omnipotente, todopoderoso. Con la frase lapidaria de San Agustín hay que sentir a Dios al mismo tiempo interior intimo meo, y superior summo meo  (más íntimo que mi propia intimidad, pero más elevado que lo más alto de mí mismo). Se trata en definitiva de dejar a Dios ser lo que es, para todo y para todos, incluso para mí como sujeto orante.
A diferencia de Mateo (6,9), Lucas no recoge en su versión del Padrenuestro la expresión que estás en los cielos. Pero es preciso recordarla aquí, porque expresa mediante una metáfora local (estar en el cielo, el Dios más allá) una realidad de Dios: su transcendencia absoluta. Lo que ésta significa se comprende fácilmente por lasactitudes que exige en el creyente.
Dicho negativamente: no resta nada a la confianza en la fidelidad de Dios o en su solicitud paternal por nosotros; pero tampoco autoriza a condicionar de antemano los modos y maneras  de llevarlas a cabo en la historia humana. Como dice a través del profeta: Mis planes no son  vuestros planes; vuestros caminos no son mis caminos (Is 55,8). Dicho positivamente: la transcendencia de Dios pide que el orante se posicione ante él dúctil a su providencia imprevista, abandonado a las múltiples formas de su poder, de su sabiduría y de su amor, y por tanto, abierto a la sorpresa, (¿al escándalo quizá?).
La oración de Jesús en Getsemaní y en el Calvario es un modelo de esta actitud. Ante la muerte horrible que le amenaza, Jesús se abandona a esa imprevisibilidad de la experiencia de Dios. En un primer momento pide al Padre que pase de él ese trago sin beberlo. Pero al mismo tiempo se remite a su voluntad insondable (Lc 22,42). Y en el momento crítico de su muerte encomienda al Padre la suerte última de su misión en el mundo: En tus manos encomiendo mi espíritu (23,46). La omnipotencia transcendente del Padre puede cumplir su designio paradójicamente a través de sus contrarios, incluso a partir de la nada.
El evangelio de hoy advierte de la necesidad de adoptar esta postura en la oración de petición. En comparación con Mateo (7,11), Lucas introduce una modificación en la frase final del pasaje: ¡Cuánto más vuestro Padre dará a los que le piden (cosas buenasen Mt) el Espíritu Santo (en Lc 11,13). No es que el Espíritu Santo pueda sustituir al pan o al huevo que pide un hijo hambrientosino que la generosidad del Padre incluirá además el don supremo del Espíritu de Cristo. Este convencimiento refleja la fe de la comunidad cristiana.
Fuente: Alforjas de Pastoral

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu comentario