Evangelio según San Juan 12,44-50.
Jesús exclamó: "El que cree en mí, en realidad no cree en mí, sino en aquel que me envió. Y el que me ve, ve al que me envió. Yo soy la luz, y he venido al mundo para que todo el que crea en mí no permanezca en las tinieblas.
Al que escucha mis palabras y no las cumple, yo no lo juzgo, porque no vine a juzgar al mundo, sino a salvarlo.
El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he anunciado es la que lo juzgará en el último día. Porque yo no hablé por mí mismo: el Padre que me ha enviado me ordenó lo que debía decir y anunciar; y yo sé que su mandato es Vida eterna. Las palabras que digo, las digo como el Padre me lo ordenó".
Compartiendo la Palabra
Por Mª José Inúñez, hcsa.
La afirmación de Jesús en el evangelio Yo he venido al mundo como luz, el que cree en mí no caminará en tinieblas, suscita en mí los sentimientos del salmista: Lámpara es tu Palabra para mis pasos, luz en mi sendero (Sal 118,105)
Escudriñar la Palabra desde la certeza de escuchar desafíos interesantes, encontrar propuestas concretas, intuir actitudes posibles que ponen claridad, novedad, evidencia, que son luz para conducirme/nos en lo cotidiano haciendo realidad el proyecto del Resucitado, la paz y la dicha, el evangelio vivo y vivido.
... el que cree en mí no quedará en tinieblas. Creer no es vivir de seguridades ni de evidencias. Es CONFIAR, aunque no todo se vea o se entienda. Vivir de confianzas y de fidelidades que aportan muchas felicidades. Lo contrario de la felicidad no es la tristeza sino el miedo. El miedo impide la confianza. Y apaga la luz. Lámpara es tu Palabra para mis pasos, luz en mi sendero... Creer en Dios, en Jesús, es saber y saborear de Quién nos hemos fiado (cfr. 2 Tm 1,12). Sostenidos y amados por un amor mayor en el que todo tiene sentido, atrevernos a vivir cada acontecimiento y a cada persona a la luz de Su sentido y de Su amor. Vivir iluminados por la audacia de la Buena Noticia y audaces para iluminar espacios y ambientes de “buenas noticias”.
... porque no he venido para juzgar al mundo sino para salvar al mundo. Y si Jesús, nuestro Hermano mayor, no hay venido a juzgar, mucho menos nosotros. Y si nunca condena -como nos recuerda otro pasaje del evangelio: ¿nadie te ha condenado? yo tampoco te condeno (Jn 8,10-11)- tampoco nosotros. No necesitaríamos más razones y sin embargo, ¡qué fácilmente justificamos nuestros prejuicios y chismes! ¡Qué fácilmente nos lavamos las manos en nuestras condenas cotidianas! Lámpara es tu Palabra para mis pasos, luz en mi sendero... Llamados a no ser jueces de nadie sino bienhechores -los que hacen el Bien- de todos. Ser cauces de misericordia. Dar siempre “otra oportunidad”. De cambiar, de crecer, de construir. De sanar, de embellecer, de comulgar. Esforzarnos en hablar bien de otros... bien decir, bendecir. Ser capaces de descubrir algo –mucho- de positivo en las personas, en los acontecimientos. Acoger las situaciones de vulnerabilidad como espacios privilegiados en los que sentirnos más iguales, más hermanos, más humanos; espacios en los que acariciar con ternura las heridas y ayudarnos a crecer, a sanar; espacios en los que descubrir la historia de salvación que se sigue haciendo en cada uno.
... no he hablado por cuenta mía, lo hablo como me ha encargado el Padre. Asumir que por su Palabra nuestras palabras pueden ser instrumento. De encuentro, de conciliación, de evangelio. Hazte capacidad y Yo me haré torrente (Santa Catalina de Siena). Acoger “con temor y temblor”, con infinita humildad y reverencia la responsabilidad de hablar y anunciar “en el nombre de Dios”. Y aunque sea algo muy repetido, muy trillado –de palabra, nunca mejor dicho- ser desde nuestra palabra, voz de otros, palabra de los pequeños, los desfavorecidos, los de palabra acallada, los de clamor escondido...
Y el sendero de la vida propia está salpicado de presencias, de compañeros y compañeras de camino, seguidores y seguidoras de Jesús, hombres y mujeres de Dios que a lo largo del tiempo han sido y son destellos, luceros, lucecitas que nos han llevado a Dios. Nombrarlos ante Él en la oración de hoy puede ser nuestra expresión de agradecimiento.
Lámpara es tu Palabra para mis pasos, luz en mi sendero... desde la claridad de la Palabra invitados a ser luz para otros, para todos, a ser –como canta Migueli- como una luz...