Por P. Félix Jiménez Tutor, escolapio
Dígame su edad y le diré su visión de la Cuaresma.
Los Católicos de más de 50 años vivimos ayunos obligatorios, silencios impuestos, iglesias cubiertas de morado... y aún tenemos las cejas socarradas por el fuego del infierno de la Santa Misión.
Paisaje de museo que, contemplado con los ojos de hoy, se nos antoja estéril y cruel.
Los túneles modernos están muy iluminados y bien oxigenados. Y el túnel de la Cuaresma del 2012 pide a gritos nueva iluminación y completa oxigenación.
Ya Nietzsche acusaba a los cristianos de ser gente triste, tal vez, por no estar suficientemente redimida. Y algunos impíos de hoy prefieren, dicen, el infierno de los pecadores divertidos al cielo de los santos aburridos. Pero Jerry Clower, comediante cristiano, dice que está convencido de que el único lugar donde no hay risas es el infierno y ya ha hecho todos los arreglos para no ir a él.
Los católicos celebramos con alegría más piadosa que profunda la Navidad y la Pascua y cuando en la autopista de la vida aparece el túnel de la Cuaresma es como un jarro de agua fría que nos devuelve a la realidad: seriedad, ayunos, pecados, cita con la muerte... Para algunos, peor para ellos, todos los días del año son cuaresmales.
El túnel de la Cuaresma no es ni triste ni oscuro ni interminable. Iluminado por el foco poderoso y victorioso de la Pascua es alegre y ligero, es sereno y firme, atrás queda el fardo insufrible de la culpabilidad y la maldición.
Es tiempo bautismal. Los catecúmenos, adultos que se bautizarán la noche de Pascua, han revitalizado y reorientado este tiempo. Ellos, y con ellos la comunidad, vibran como guitarras tocadas por el Espíritu y, sin mirar atrás, sueñan con el nuevo nacimiento y la alegría de una vida nueva entregada a un nuevo Señor.
Tiempo bautismal para todos. No somos seres amenazados de muerte sino salvados. No hace falta despedir a don carnal, la Cuaresma es tiempo de reír. Debemos demostrar al mundo que no somos un montón de gente triste y que, como el rey Midas, todo lo que tocamos lo convertimos en alegría.
El Miércoles de Ceniza marca el kilómetro 0, la entrada en el túnel. Ceniza y "Recuerda que eres polvo" y feliz viaje.
Los de más de 50 años, curtidos por la adversidad y la austeridad, lo aceptan con resignación. Pero los hombres sin raíces, del aquí y ahora, del no a la trascendencia, los jóvenes del botellón... ¿cómo recordarles que el hombre es más que polvo, más que carne, más que un yo sin deudas con nadie?
Durante 40 días los cristianos, alegres y optimistas, viajamos por el túnel de la Cuaresma con el perfume de la sonrisa, la oración de la bendición, el ayuno de toda maldición y la limosna de la responsabilidad a la tierra. Y testigos del día más joven, la Pascua, podemos y debemos reír y estar alegres también en la Cuaresma.
A tiempos nuevos, ayunos nuevos.
Un día sin televisión, sin teléfono, sin bar, sin compras, sin riñas, sin tacos...
Un día con la Biblia, con donación de sangre, con el desconocido vecino, con la escucha del silencio, con un email a Dios@cielo.com, con una carta de gracias a su Obispo, a su párroco, a su suegra, a su enemigo... o simplemente fregando los platos.
Feliz Viaje.
Los Católicos de más de 50 años vivimos ayunos obligatorios, silencios impuestos, iglesias cubiertas de morado... y aún tenemos las cejas socarradas por el fuego del infierno de la Santa Misión.
Paisaje de museo que, contemplado con los ojos de hoy, se nos antoja estéril y cruel.
Los túneles modernos están muy iluminados y bien oxigenados. Y el túnel de la Cuaresma del 2012 pide a gritos nueva iluminación y completa oxigenación.
Ya Nietzsche acusaba a los cristianos de ser gente triste, tal vez, por no estar suficientemente redimida. Y algunos impíos de hoy prefieren, dicen, el infierno de los pecadores divertidos al cielo de los santos aburridos. Pero Jerry Clower, comediante cristiano, dice que está convencido de que el único lugar donde no hay risas es el infierno y ya ha hecho todos los arreglos para no ir a él.
Los católicos celebramos con alegría más piadosa que profunda la Navidad y la Pascua y cuando en la autopista de la vida aparece el túnel de la Cuaresma es como un jarro de agua fría que nos devuelve a la realidad: seriedad, ayunos, pecados, cita con la muerte... Para algunos, peor para ellos, todos los días del año son cuaresmales.
El túnel de la Cuaresma no es ni triste ni oscuro ni interminable. Iluminado por el foco poderoso y victorioso de la Pascua es alegre y ligero, es sereno y firme, atrás queda el fardo insufrible de la culpabilidad y la maldición.
Es tiempo bautismal. Los catecúmenos, adultos que se bautizarán la noche de Pascua, han revitalizado y reorientado este tiempo. Ellos, y con ellos la comunidad, vibran como guitarras tocadas por el Espíritu y, sin mirar atrás, sueñan con el nuevo nacimiento y la alegría de una vida nueva entregada a un nuevo Señor.
Tiempo bautismal para todos. No somos seres amenazados de muerte sino salvados. No hace falta despedir a don carnal, la Cuaresma es tiempo de reír. Debemos demostrar al mundo que no somos un montón de gente triste y que, como el rey Midas, todo lo que tocamos lo convertimos en alegría.
El Miércoles de Ceniza marca el kilómetro 0, la entrada en el túnel. Ceniza y "Recuerda que eres polvo" y feliz viaje.
Los de más de 50 años, curtidos por la adversidad y la austeridad, lo aceptan con resignación. Pero los hombres sin raíces, del aquí y ahora, del no a la trascendencia, los jóvenes del botellón... ¿cómo recordarles que el hombre es más que polvo, más que carne, más que un yo sin deudas con nadie?
Durante 40 días los cristianos, alegres y optimistas, viajamos por el túnel de la Cuaresma con el perfume de la sonrisa, la oración de la bendición, el ayuno de toda maldición y la limosna de la responsabilidad a la tierra. Y testigos del día más joven, la Pascua, podemos y debemos reír y estar alegres también en la Cuaresma.
A tiempos nuevos, ayunos nuevos.
Un día sin televisión, sin teléfono, sin bar, sin compras, sin riñas, sin tacos...
Un día con la Biblia, con donación de sangre, con el desconocido vecino, con la escucha del silencio, con un email a Dios@cielo.com, con una carta de gracias a su Obispo, a su párroco, a su suegra, a su enemigo... o simplemente fregando los platos.
Feliz Viaje.