1. Hoy nos presenta la Liturgia de la Palabra tres personajes: JOB, que nos manifiesta la visión negativa y amarga de la vida humana: el hombre está cumpliendo un servicio; es un jornalero que aguarda el salario insuficiente; es un esclavo. Si la vida es así, el hombre quiere que pase pronto. El libro de Job, escrito cinco siglos antes de Cristo, aún no tiene idea de la resurrección. Job, despojado de todos sus bienes: sus bueyes, rebaños, camellos, criados, hijos; herido por la enfermedad, sentado en el estercolero. Incomprendido y maldecido por su mujer, sus amigos, y por su entorno social. Más profundo todavía: Piensa que Dios le ha abandonado. Y se queja. Y protesta. Es el sentido pesimista de la vida, vista en horizonte intramundano.
2. El Salmo 146 anticipa la solución: "El Señor sana los corazones destrozados, venda sus heridas, reconstruye Jerusalén". Es decir, el Señor, ante este panorama, no es un convidado de piedra, ni se queda inactivo.
3. Dios, actuando por Jesús, realiza lo que el salmo ha profetizado... Cura a la suegra de Simón. Ella se levantó y comenzó a servir. Esta mujer representa a la humanidad, a cada hombre y a cada mujer. Jesús los encuentra enfermos. Es verdad que algunos enfermos, muchos, no se dejan curar... La suegra de Simón, sí. "Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó"... En la praxis judía un rabino nunca se digna acercarse a una mujer y cogerla de la mano. Jesús rompe los moldes y realiza unos gestos que rebosan humanismo, misericordia, delicadeza y están llenos de ternura. Pocas veces el evangelio analiza y expone tantos signos y gestos hechos por Jesús. Una vez curada la enferma, se puso a servirles Marcos 1,29. Si el rabino judío no se acerca ni toca a una mujer, menos permite que le sirva. Jesús da al servicio un estilo nuevo. "Servir", para los griegos, era una acción indigna. La dignidad era dominar, no servir. El fin del hombre es conseguir el perfecto desarrollo de su personalidad, no el servicio al prójimo. Jesús actúa desde el amor, pues por amor "No ha venido a ser servido, sino a servir" (Mt 20,28). Es lo que ha hecho esta mujer una vez curada.
4. La humanidad curada en esta mujer, engendra la Iglesia, que comienza a servir, como Jesús, con la oración, la palabra, el servicio, el coger de la mano, el hacerse débil con los débiles, sin orgullo, sino humildemente, uniendo las manos con los pobres del tercer mundo, evangelizando, dando vida hasta la cruz. Sin soberbia: Vale más ser granos de trigo dentro de la Iglesia, que quedarse a la puerta como revolucionarios (Rahner). La Iglesia, limpia de pecado, curada, sirve. La comunidad, los cristianos. Porque hemos de notar que la suegra de Pedro, es una mujer seglar, no pertenece al orden jerárquico...
La comunidad no necesita miembros paralíticos. Según Santa Teresa los que no hacen oración son tullidos. Ni personas enfermizas y convalecientes, sino miembros activos-contemplativos, como Cristo, que ora y cura a los enfermos.
5. Después de curar a los enfermos y poseídos, Jesús "se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar". Dejando las alabanzas y el quedar bien, se fue a orar. ¡Cómo necesitamos orar para extender el Reino con eficacia! Sigue leyendo...