NO TENGÁIS MIEDO.
OS TRAIGO UNA BUENA NOTICIA
OS HA NACIDO UN LIBERTADOR. Es de noche en Belén, y los pastores son esclavos. Esclavos de la noche desapacible y de la necesidad de velar las ovejas. Esclavos de la leña húmeda y de los lobos que acechan. Esclavos del amo que paga mal y exige mucho. Esclavos de su intenso deseo de irse a casa y acostarse con su mujer. Esclavos de su ansia de ser ricos. Esclavos de sus envidias, de sus rencores, de su violencia. Es de noche en Belén. Y hoy también es de noche. Yo me siento también como esclavo en la noche. Tanto querer vivir bien, tanto necesitar que me respeten y que me quieran, tanto luchar a codazos por sobrevivir en la competencia de cada día. Tanto soñar, tanto envidiar, tanto trabajar, tanto temer la enfermedad, la muerte, la pobreza. ¿Quién me libertará de esta noche de muerte que es a veces como siento mi vida? Apareció en la noche de Belén la luz de una buena noticia. Dios es un niño pobre, necesitado, que nació en el amor entre gente sencilla. El ruido de la posada, el palacio del Rey, el esplendor del Templo, no han sido sitios buenos para el amor de Dios. Mejor la cuadra discreta, la intimidad del cariño, mejor la compañía de la gente sencilla que se sabe pobre. Mucho mejor. La posada, el palacio y el templo ni se han enterado de que ha nacido un niño. Y sin embargo, están perdidos. No saben aún que ese niño es peligroso. Se enterará muy pronto el Rey, y buscará matarlo. Se enterarán los sacerdotes y lo crucificarán pensando acabar con él. La posada no se enterará nunca, porque se siente a gusto en el bullicio de la noche. Jerusalén, la gran ciudad, no se ha enterado, está dormida en medio de la noche. La noche. La noche no sabe aún que está perdida, que llega el amanecer, que está saliendo el sol y se acaba el poder de las tinieblas. Despierta, Jerusalén, que amanece, despierta, que llega tu luz. Niño chiquito, frágil como la primera llama cuando prende la hoguera, que casi cualquier cosa puede acabar con ella. Pero la llama prenderá la hierba pobre de los pastores, y luego el matorral y el bosque y la pradera, y arderá hasta el agua de los ríos y del mar, y todas las falsas estrellas de la noche y el sol mismo van a parecer heladas al calor de este fuego. Cualquiera, parece, puede matar al niño, pero nadie podrá hacer que muera. Niño contagioso, todo el mundo es como paja seca anhelando prenderse en esa llama. Este niño me salvará de mi noche de muerte. Mi envidia y mi pereza, mi necesidad de disfrutar cada vez más, mi rencor, mi violencia y mi avaricia, lo que seca mi vida y la hace estéril, lo que cierra las sombras y me hunde en la falta de sentido, lo que me roba la paz y la esperanza, lo que convierte cada día en una estepa desolada y sin agua, la noche de mi vida... Una buena noticia por palabra del ángel. Hay salvación, hay luz, no tengáis miedo. No es más fuerte la noche, no es más fuerte la violencia, no es más fuerte la injusticia, no es más fuerte el odio, no es más fuerte el dinero. Dios es más fuerte. Parece un niño, pero es indestructible. No os dejéis engañar por los medios, pregoneros de la noche. Trompetean el reino de las tinieblas, disfrutan voceando el poder de las sombras, el triunfo de los placeres fáciles, hacen dinero vendiendo fotos de la desgracia, se desviven por halagar al poderoso, sientan en tronos, por un día, el humo vano de la belleza, el dinero, la fuerza, los ídolos de barro, los que fascinan un momento y dejan mal sabor de boca, los que esclavizan y convierten a las personas en muñecos de tierra sin espíritu, sin destino, botijos frágiles, decorados y barnizados en colores brillantes, rellenos de oscuridad, panzudos, presuntuosos y vacíos. Vamos a Belén, pastores, sencillos, insignificantes pastores. Para Dios no sois insignificantes, a vosotros se os ha regalado la luz, a vosotros os han quitado el temor, vosotros os habéis enterado de que el mundo se salva por el amor sencillo. No tengáis miedo a la noche; hay luz para caminar. No tengáis miedo al poder de Herodes, que no podrá con el niño. No tengáis miedo al orgullo engreído de los sacerdotes y los doctores, que ni matándolo le harán morir. Noche para la fe, noche para la esperanza. Noche para hacer un acto de fe y de esperanza en el poder salvador del amor sencillo, encarnado, cotidiano. El niño se va a salvar por los cuidados de María, por el esfuerzo de José. Jesús va a vivir para siempre en el corazón y en las obras de los pobres de espíritu, de los misericordiosos, de los limpios de corazón. Noche para llorar de alegría junto al pesebre, sabiendo que la vida está salvada, que las sombras del poder de las tinieblas no pueden nada contra este niño, que nada ni nadie nos puede apartar del amor de Dios que resplandece en el amor sencillo, presente cada día en las personas que han abierto su casa a la palabra, la palabra hecha niño. ¿Me permite sugerir que esta noche tenemos que ir a la Misa del Gallo?. Cenaremos menos y más deprisa que otros años. Saldremos de casa, y hará frío. Nos juntaremos, quizá unos pocos, casi en silencio, mientras muchos montan su juerga y hacen ruido. Y lloraremos de alegría por la luz, el amor, la sencillez. Sentiremos la presencia de Dios, nos alimentaremos otra vez con la Palabra, gustaremos a Dios-pan para el camino. Y calarán hasta el fondo de nuestra alma las palabras del ángel: NO TENGÁIS MIEDO. OS TRAIGO UNA BUENA NOTICIA: OS HA NACIDO UN LIBERTADOR.
José Enrique Galarreta
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