26 diciembre 2011

Evangelio del día, 26 de diciembre




Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 10, 17-22
Dijo Jesús a sus discípulos: Cuídense de los hombres, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en sus sinagogas. A causa de mí, serán llevados ante gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los paganos. Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes. El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir. Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquél que persevere hasta el fin se salvará.

Compartiendo la Palabra
Por Rosa Ruiz. Misionera Claretiana

Queridos hermanos: ¡feliz Navidad!
Estamos de lleno en la llamada “semana de la octava de navidad”: una semana entera para seguir celebrando el Misterio... para no hacer duelo (¡litúrgicamente no se permiten las misas de difuntos estos días!) Y sin embargo la Iglesia quiere recordar justamente hoy a san Esteban protomártir (primero de los mártires), es decir: alguien que llegó a entregar la vida por este Jesús que hoy nace en Belén. Poco que ver con adornos navideños huecos y cantos bobalicones. La cosa es seria, muy seria...
El “valor” no está solo en que entregó la vida, sino que dicen de él que vivía “lleno de gracia y poder del Espíritu de Dios”. Cuando las cosas iban tan mal que todos le rodeaban para apedrearlo, fue capaz de fijar su mirada en Cristo, entregarle su espíritu (lo más profundo de sí mismo) y perdonar a los enemigos. Actitudes muy navideñas o al menos, muy evangélicas. Actitudes que no se improvisan si no van cuajando día a día en una vida cotidiana “llena de gracia y de poder del Espíritu de Dios”.
La fiesta de hoy nos invita a pensar una vez más en quién y en qué hemos puesto nuestra confianza... pero de verdad, no sólo de palabra. Preguntémonos a quién acudimos cuando estamos en apuros (rodeados de gente que quiere apedrearnos), en quién nos apoyamos cuando no podemos más, a quién volvemos la mirada en busca de luz... Ojalá, en alguna medida, Cristo El Señor, el Niño de Belén, el Dios de nuestra historia y nuestra vida, se encuentre también ahí y no sólo en las tarjetas navideñas de estos días...