01 noviembre 2011

Evangelio del día y reflexión



Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 4, 25—5, 12

Seguían a Jesús grandes multitudes, que llegaban de Galilea, de la Decápolis, de Jerusalén, de Judea y de la Transjordania. Al ver la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a El. Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:
«Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices los afligidos, porque serán consolados.
Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.
Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.
Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.
Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.
Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí.
Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron».
Compartiendo la Palabra
Por José Antonio Pagola

LA FELICIDAD NO SE COMPRA

Nadie sabemos dar una respuesta demasiado clara cuando se nos pregunta por la felicidad. ¿Qué es de verdad la felicidad? ¿En qué consiste realmente? ¿Cómo alcanzarla? ¿Por qué caminos?

Ciertamente no es fácil acertar a ser feliz. No se logra la felicidad de cualquier manera. No basta conseguir lo que uno andaba buscando. No es suficiente satisfacer los deseos. Cuando uno ha conseguido lo que quería, descubre que está de nuevo buscando ser feliz.
También es claro que la felicidad no se puede comprar. No se la puede adquirir en ninguna planta de ningún gran almacén, como tampoco la alegría, la amistad o la ternura. Con dinero sólo podemos comprar apariencia de felicidad.
Por eso, hay tantas personas tristes en nuestras calles. La felicidad ha sido sustituida por el placer, la comodidad y el bienestar. Pero nadie sabe cómo devolverle al hombre de hoy el gozo, la libertad, la experiencia de plenitud.
Nosotros tenemos nuestras «bienaventuranzas». Suenan así: Dichosos los que tienen una buena cuenta corriente, los que se pueden comprar el último modelo, los que siempre triunfan, a costa de lo que sea, los que son aplaudidos, los que disfrutan de la vida sin escrúpulos, los que se desentienden de los problemas... Sigue leyendo...