22 septiembre 2011

Evangelio del día, 22 de septiembre




Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 9, 7-9
El tetrarca Herodes se enteró de todo lo que Jesús hacía y enseñaba, y estaba muy desconcertado porque algunos decían: «Es Juan, que ha resucitado». Otros decían: «Es Elías, que se ha aparecido», y otros: «Es uno de los antiguos profetas que ha resucitado».
Pero Herodes decía: «A Juan lo hice decapitar. Entonces, ¿quién es éste del que oigo decir semejantes cosas?» y trataba de verlo

Compartiendo la Palabra
Por Dominicos.org
Hoy entra en acción el Profeta Ageo, en el reinado de Darío, año 520 antes de Cristo. Hablará profetizando durante cinco meses en Jerusalén, no en el Templo –que todavía no tienen- sino en una plaza. Durante su exilio, los israelitas han soñado con su tierra, donde pudieran vivir en paz dirigidos por Yahvé, en torno a un nuevo Templo donde le rindieran un culto digno y aceptable. Pero, conseguida la libertad, la realidad les hizo olvidar sus sueños, y se preocuparon antes de sus propias casas y negocios que del culto y templo de Yahvé. Esto es lo que les recrimina Ageo. Bien estaría esto con el culto a Dios y sin prescindir nunca de los auténticos valores humanos y religiosos.
En el Evangelio, Herodes siente algo por Jesús. ¿Pura curiosidad? ¿Inquietud filosófica, religiosa? Se nos dice que “no sabía a qué atenerse”.

“¿Quién es este hombre?”
Después de Herodes son muchos los que, a lo largo de la historia, se han hecho la misma pregunta y se la siguen haciendo. Es el signo de contradicción profetizado por Simeón sobre Jesús niño: “Será como un signo de contradicción” (Lc 2,34). Herodes, quizá por lo que le contaban sus informadores, estaba un tanto inquieto. Tampoco tenía la conciencia muy tranquila por su comportamiento con Juan. Pero, no parece que sus palabras fueran sinceras y deseara encontrarse con Jesús.

Más bien parece pura curiosidad. Todo el mundo hablaba de Jesús, de sus milagros y de las palabras que decía. Y lo normal en estos casos es que se exagerara, dado el entusiasmo de aquella pobre gente que seguía a Jesús. Y Herodes sentía curiosidad por todo aquello.

“Herodes tenía ganas de verlo”
El hecho es que también Herodes tenía ganas de verlo. Pero, no como Zaqueo, deseo concedido por Jesús de aquella forma tan especial; ni como Nicodemo, aunque, por miedo y por precaución, fuera a su encuentro de noche; ni como María Magdalena y tantos otros, cuya sinceridad y autenticidad fue premiada por Jesús. El deseo de estas personas de ver a Jesús, fue su salvación.

No es el caso de Herodes. Más tarde, se le presentará la ocasión y llegará a verse –no a encontrarse- con Jesús, cuando, durante la Pasión, se lo envíe Pilato. Herodes, entonces, no lo reconocerá. Hubiera necesitado la limpieza y sencillez de corazón, que le faltaba, y no haber confundido a Jesús con un mago o prestidigitador. Jesús había tenido hacia él las palabras más duras: “Se acercaron unos fariseos a decirle: Sal y marcha de aquí, porque Herodes quiere matarte. Y les dijo: Id y decidle a ese zorro…” (Lc 13,31-32).

Fray Hermelindo Fernández Rodríguez
La Virgen del Camino