OREMOS
Cuando el joven Francisco ha dejado
algazaras mundanas y fiestas,
una voz desde el cielo le dice:
«Ve, Francisco, repara mi Iglesia».
Y allá va mansamente Francisco
derramando humildad y pobreza,
y pidiendo por calles y plazas:
«¿Quién me da de limosna una piedra?»
Y se mete a albañil con denuedo,
reparando tabiques y grietas,
y levanta la pobre iglesita
que será su tesoro en la tierra.
Y a sus hijos les dice tajante:
«Si os echaren un día de ella,
entraréis por aquella ventana
si no os dejan entrar por la puerta».
¡Capillita de Santa María,
relicario de santa pobreza!
En ti quiere morar san Francisco
cuando ve que la muerte se acerca.
Y son mudos testigos sus piedras
de la dulce plegaria postrera,
que cantando con suaves acentos
elevara Francisco en la tierra.
Demos gloria al Padre y al Hijo
como el dulce Francisco les diera,
y al Espíritu, gracia divina,
que morando en las almas se queda. Amén.
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