LA PAZ DE CRISTO Y LA PAZ DEL MUNDO
1.- ¿Pensáis que he venido a traer al mundo la paz? No, sino división. Son múltiples los textos en los que se nos dice que Cristo sí vino al mundo a traernos la paz. Por citar sólo algunos textos que sabemos de memoria todos los cristianos, podemos recordar lo que todos los días oímos en nuestras eucaristías. Después del Padrenuestro, rezamos siempre: Señor Jesucristo que dijiste a tus apóstoles <la paz os dejo, mi paz os doy> e inmediatamente después el sacerdote desea a todos los fieles que <la paz del Señor esté con todos vosotros> e invita a todos los fieles a darse mutuamente la paz. Al terminar nuestras eucaristías despedimos a los fieles diciéndoles: <Podéis ir en paz>.
2.- Muera ese Jeremías, porque está desmoralizando a los soldados que quedan en la ciudad y a todo el pueblo. Esto es lo que le decían los príncipes al rey Sedecías. El profeta Jeremías sabía muy bien que oponerse violentamente al ejército babilónico sólo iba a traer a los habitantes de Jerusalén ruina, destrucción y la muerte de muchos inocentes. Los príncipes, en cambio, querían la guerra y le forzaron al rey a arrojar al profeta al aljibe donde no había agua, sino lodo, para que muriera y les dejara en paz. La vida del profeta Jeremías se ha comparado muchas veces con la vida de Cristo, porque Jeremías sufrió persecución, destierro y muerte, por predicar la verdad de Dios frente a la interesada verdad de las autoridades de su pueblo. Decir la verdad de Dios, del evangelio, a las autoridades civiles muchas veces lleva consigo persecución y muerte. El buen cristiano, el buen discípulo de Cristo, tiene que estar dispuesto siempre a predicar la verdad del evangelio, aunque su lucha por la justicia le lleve a la marginación y a la misma muerte. Esto es lo que hizo el profeta Jeremías y esto es lo que hizo nuestro Señor Jesucristo.
Gabriel González del Estal
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