Domingo IV – Adviento – Ciclo C
22 de diciembre de 2024
Lectura de la profecía de Miqueas (5,1-4)Sal 79,2ac.3c.15-16.18-19
Lectura de la carta a los Hebreos (10,5-10)
Lectura del santo Evangelio según San Lucas (1,39-45)
Lectura de la carta a los Hebreos (10,5-10)
Lectura del santo Evangelio según San Lucas (1,39-45)
El misterio de la encarnación se hace camino y servicio
Hoy a las puertas de la Navidad y cuando estamos a punto de terminar el Adviento, la imagen que nos ofrece el Evangelio es tremendamente plástica. Con una narrativa preciosa, Lucas encadena Anunciación y Visitación, encarnación y servicio.
Con gran sencillez, Lucas nos narra como María, que acaba de recibir el anuncio del ángel de su maternidad, se pone en camino para ayudar a su prima Isabel. Podemos imaginarnos la escena de las dos primas encontrándose, podemos imaginarnos el intercambio de miradas y palabras, podemos imaginarnos los sentimientos de dos mujeres bendecidas, bienaventuradas, felices porque se saben miradas y queridas por Dios.
El misterio de la Navidad, es precisamente este. Todos nosotros somos y estamos bendecidos por la presencia de Dios en medio nuestro, por la presencia cercana de un Dios que nos quiere. Eso es lo primero que podemos subrayar en el Evangelio de hoy. Dios nos bendice, dice bien, de cada uno de nosotros, Dios está a nuestro lado y nos habita.
Ahora bien, sabernos habitados por Dios, no nos debe llevar al inmovilismo, a quedarnos quietos, sino que os debe empujar hacia los demás, como hizo María, estamos llamados a salir y llevar al Señor a los demás. Encarnación y Visitación son las dos caras de la misma moneda, la moneda del amor y de la fe. Quien se sabe querido por Dios, no puede sino llevar este amor a los demás.
El papa Francisco nos invita insistentemente a ir a las periferias, a salir de nuestras comodidades, a ser una Iglesia en salida, visitadora. Ese es el ejemplo de María hoy. Y me hace pensar en tantas personas que hay en nuestras comunidades parroquiales que hacen realidad el Evangelio de hoy. Tenemos comunidades llenas de personas que se preocupan por las personas enfermas, que van a acompañarlas, comunidades llenas de personas que desde Cáritas atienden a los que más lo necesitan, comunidades llenas de personas que se preocupan por los que tienen al lado, con una visita, con una llamada, con un gesto de fraternidad. La Iglesia, nuestra Iglesia, se caracteriza por esta labor hacia los otros y así debe ser porque así estamos haciendo nacer la Navidad.
Dichosa tú por haber creído
Me gustaría terminar subrayando las palabras con las que se cierra el evangelio de hoy antes de dar paso a la gran oración de acción de gracias que es el Magníficat. Isabel reconoce la fe de María con esas palabras que dice: “Dichosa tú por haber creído”. Simplemente subraya un movimiento fundamental en la fe como es el de la libertad. Es importante no olvidar que la encarnación se da por una libertad, la de María, que acepta la llamada de Dios. Es nuestra libertad la que se pone en juego hoy también. Dios nos sigue llamando a construir su Reino, a visitar, a recorrer los caminos de la vida como han hecho tantos santos y discernir dónde es necesario servir y darse. Y la respuesta sólo puede darse en ese ámbito como es el del amor, saberse amados lleva a amar. Saberse queridos pone en juego lo mejor de nosotros. Ojalá cada uno de nosotros escuche esa llamada de Dios y sea capaz de hacer su voluntad.
Pedro Hernández, sdb
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