ACG
• Como en los pasajes que hallábamos en los domingos anteriores, en este, en la parte dedicada al “divorcio” (2- 12), hay dos momentos: el debate con los fariseos (2-9) y la enseñanza a los discípulos “en casa” (10-12)
• Vale la pena tomar nota, a partir de este hecho, de la importancia que Jesús da al grupo, a la revisión de la jornada en grupo, al discernimiento comunitario… sin voluntad de “poner a prueba” a nadie (2).
• Para acercarnos a lo que Jesús dice (5-9.11-12) sobre el divorcio y la unión del hombre y la mujer hay que tener en cuenta su preferencia por los pobres, por los pequeños (16). Y que el amor, como el Reino (15), es un don para ser acogido. También hay que tener en cuenta la situación de la mujer en relación con el marido en su tiempo.
• La mujer se consideraba impura por la menstruación (Lv 15,19); se la veía asociada al pecado de los orígenes de la humanidad (Gn 3,12-16); no se le enseñaba la Ley y participaba en el culto de manera limitada; en cuanto al matrimonio, el marido la compraba y el padre la vendía; era esclava del marido; sólo tenía derecho a alimentación, vestido y protección de agresiones…
• El legalismo, interpretando Dt 24,1, había creado mil razones para que el marido se la pudiera quitar de encima, muchas veces sin compensación alguna, quedando totalmente desamparada. En tiempo de Jesús la aplicación de Dt 24,1 era muy discutida entre los maestros de la Ley.
• En ese texto se dice que el hombre puede divorciarse de su mujer si halla en ella algo censurable. Algunos lo interpretaban de modo que se podía repudiar a la mujer por cualquier motivo; otros, en cambio, decían que era necesario un motivo grave, como, por ejemplo, el adulterio.
• Jesús recuerda (6-9) que en los orígenes (Gn 1,27; 2,24) el Plan de Dios era otro: “los creó hombre y mujer”. Es decir, ambos, juntos, son creados por Dios, y son ambos, juntos, imagen suya (Gn 1,27). En el proyecto de Dios son “una sola carne” (8): él y ella, en igualdad, se dan el uno al otro para tener comunión de vida, para compartirlo todo, para hacer juntos, en libertad, un único proyecto. Se acogen el uno al otro como regalos.
• También nos muestra Jesús que, cuando las relaciones se apoyan en las leyes, sobre todo si son las de quien domina, no hay comunión. El otro o la otra deja de ser un regalo.
• Lo que no quita que, si hay una ruptura real “por vuestra terquedad” (5), las leyes no tengan que regular la situación para defender al o a la más pobre. En todo caso, el matrimonio, en el Proyecto de Dios, no tiene su base en las leyes sino en el amor entre una mujer y un hombre igualmente libres.
• Entrando en el tema de los “niños” (13), cabe decir que, en la cultura del tiempo de Jesús, representaban la realidad más insignificante: los que no tienen derechos, que no importan, que no cuentan, no merecen atención (13). Las mujeres o los esclavos tenían la misma consideración.
• Acoger a un niño, como hace e invita a hacer Jesús (14.16), supone abrirse a una persona que no te dará nada a cambio. Es un gesto gratuito.
• Jesús aprovecha el hecho para decir cosas importantes sobre el Reino: es un don de Dios a todos los que lo quieran, pero ofrecido prioritariamente a los que más lo necesitan: los pequeños y las pequeñas, los rechazados y las rechazadas, los y las que no cuentan; es un don gratuito, un regalo que no se merece, que no se gana. Por ello sólo lo reciben (sólo lo aceptan) los pequeños y aquellos que, estando con ellos, se hacen pequeños (14-15).
• El gesto de Jesús, “imponer las manos” (16), expresa la bendición divina.
• Jesús propone el niño como modelo (15). Pero no por su inocencia o por su comportamiento (no siempre son modélicos los niños), sino porque los niños se hallan en una situación de debilidad y dependencia y tienen que confiar en otra persona. El niño acepta lo que le es ofrecido. El verdadero discípulo de Jesús es quien acepta el don del Reino.
• Como en los pasajes que hallábamos en los domingos anteriores, en este, en la parte dedicada al “divorcio” (2- 12), hay dos momentos: el debate con los fariseos (2-9) y la enseñanza a los discípulos “en casa” (10-12)
• Vale la pena tomar nota, a partir de este hecho, de la importancia que Jesús da al grupo, a la revisión de la jornada en grupo, al discernimiento comunitario… sin voluntad de “poner a prueba” a nadie (2).
• Para acercarnos a lo que Jesús dice (5-9.11-12) sobre el divorcio y la unión del hombre y la mujer hay que tener en cuenta su preferencia por los pobres, por los pequeños (16). Y que el amor, como el Reino (15), es un don para ser acogido. También hay que tener en cuenta la situación de la mujer en relación con el marido en su tiempo.
• La mujer se consideraba impura por la menstruación (Lv 15,19); se la veía asociada al pecado de los orígenes de la humanidad (Gn 3,12-16); no se le enseñaba la Ley y participaba en el culto de manera limitada; en cuanto al matrimonio, el marido la compraba y el padre la vendía; era esclava del marido; sólo tenía derecho a alimentación, vestido y protección de agresiones…
• El legalismo, interpretando Dt 24,1, había creado mil razones para que el marido se la pudiera quitar de encima, muchas veces sin compensación alguna, quedando totalmente desamparada. En tiempo de Jesús la aplicación de Dt 24,1 era muy discutida entre los maestros de la Ley.
• En ese texto se dice que el hombre puede divorciarse de su mujer si halla en ella algo censurable. Algunos lo interpretaban de modo que se podía repudiar a la mujer por cualquier motivo; otros, en cambio, decían que era necesario un motivo grave, como, por ejemplo, el adulterio.
• Jesús recuerda (6-9) que en los orígenes (Gn 1,27; 2,24) el Plan de Dios era otro: “los creó hombre y mujer”. Es decir, ambos, juntos, son creados por Dios, y son ambos, juntos, imagen suya (Gn 1,27). En el proyecto de Dios son “una sola carne” (8): él y ella, en igualdad, se dan el uno al otro para tener comunión de vida, para compartirlo todo, para hacer juntos, en libertad, un único proyecto. Se acogen el uno al otro como regalos.
• También nos muestra Jesús que, cuando las relaciones se apoyan en las leyes, sobre todo si son las de quien domina, no hay comunión. El otro o la otra deja de ser un regalo.
• Lo que no quita que, si hay una ruptura real “por vuestra terquedad” (5), las leyes no tengan que regular la situación para defender al o a la más pobre. En todo caso, el matrimonio, en el Proyecto de Dios, no tiene su base en las leyes sino en el amor entre una mujer y un hombre igualmente libres.
• Entrando en el tema de los “niños” (13), cabe decir que, en la cultura del tiempo de Jesús, representaban la realidad más insignificante: los que no tienen derechos, que no importan, que no cuentan, no merecen atención (13). Las mujeres o los esclavos tenían la misma consideración.
• Acoger a un niño, como hace e invita a hacer Jesús (14.16), supone abrirse a una persona que no te dará nada a cambio. Es un gesto gratuito.
• Jesús aprovecha el hecho para decir cosas importantes sobre el Reino: es un don de Dios a todos los que lo quieran, pero ofrecido prioritariamente a los que más lo necesitan: los pequeños y las pequeñas, los rechazados y las rechazadas, los y las que no cuentan; es un don gratuito, un regalo que no se merece, que no se gana. Por ello sólo lo reciben (sólo lo aceptan) los pequeños y aquellos que, estando con ellos, se hacen pequeños (14-15).
• El gesto de Jesús, “imponer las manos” (16), expresa la bendición divina.
• Jesús propone el niño como modelo (15). Pero no por su inocencia o por su comportamiento (no siempre son modélicos los niños), sino porque los niños se hallan en una situación de debilidad y dependencia y tienen que confiar en otra persona. El niño acepta lo que le es ofrecido. El verdadero discípulo de Jesús es quien acepta el don del Reino.
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