NUNCA COMO HOY
1.- Nunca, como hoy, se habla del amor. Poesía y canción, arte y programas de televisión, divos artísticos y tertulias, escritores o incluso la misma Iglesia, ponen sobre la mesa una gran entusiasta pero sufriente realidad: el amor que intenta ser para siempre.
También el Papa, y al simplificar los aparentes costes o trámites de una nulidad matrimonial, nos puede llevar a pensar que la institución matrimonial está en crisis. Nada más lejos de la realidad. Nos quedamos con la frase que en su retorno de Estados Unidos nos dejó en el vuelo hacia Italia: “Los que piensan en el divorcio católico están equivocados”. Y es que una cosa es simplificar y otra, muy distinta, destruir. Lo que se simplifica es porque, tal vez en su origen, no estuvo bien y por lo tanto nunca existió. Difícil de comprender pero es así. Nunca como hoy se hablan de las situaciones que no llegan a buen puerto pero hay una gran mayoría de personas que son como aquellos instrumentos de una gran orquesta: todos afinaban pero, como había uno que no estaba entonado, sólo se hablaba del que desafinaba. No es justo. Hoy, desde este Evangelio, la gratitud a tantas personas que –con esfuerzo, valor, perdón, generosidad– llevan adelante aquel compromiso que hicieron en el “para siempre” y, por qué no, nuestra comprensión y oración con esa otra parte que por diversas razones vieron truncar sus expectativas.
2.- El equilibrio de una sociedad, su paz, su bienestar, depende –en gran parte– de la serenidad y de la salud de sus componentes. Y, Jesús, en el Evangelio nos dice que el amor, si se cuida, no se apagará nunca y, además, contará con la bendición de Dios. ¿Por qué tanto fracaso? ¿Por qué tantas dudas? ¿Por qué tantas rupturas? ¿Por qué tantos miedos a unirse, cuando sabemos, que en la unión está la fuente de la felicidad y la cuna de la fuerza? Las razones son variadas y de muy diversa índole pero, un matrimonio, no es sólo un simple vínculo jurídico: ha de estar soldado y garantizado por el amor. Exclusivamente por el amor. Si falla ese eslabón, se rompe la cadena. Lo demás puede quedar sostenido en el puro y simple artificio.
Pero es que, cuando las cosas no van bien, cuando falla el amor, desde la fe, Jesús nos invita a comenzar a amar. A intentarlo.
3.- .Nunca como hoy, el amor ha sido tan expresado, ninguneado, cantado, celebrado o televisado. Pero ¿Es auténtico amor? ¿Es amor llevado hasta las últimas consecuencias? ¿Es amor de corazón o amor de pantalla? ¿Es amor de escaparate o amor que busca el bien del otro? ¿Es amor que se da o cuento que se vende? A las personas las tenemos que querer con su lado claro y con su vértice oscuro, con su sonrisa en la boca y con su temperamento escondido, con su mirada nítida y con sus pensamientos ocultos. Vivir de espaldas o, marcharse por el foro, no es amor: es oportunismo.
4.- No podemos caer en el error de pensar que amor es igual a contrato temporal con una persona. Ya sé que, todo esto, a muchos les sonará a chino, rancio, sacrificado o que, incluso a otros, les parecerá un imposible. Pero, los imposibles, también están para los cristianos. No es bueno, entender el amor o el matrimonio, como aquel amigo que, después de jugar durante una temporada con otro amigo, se aburrió de permanecer con él porque ya no le divertía y lo abandonó. El amor no es un juego ni, los amantes, son juguetes. Ni el matrimonio es un viaje en busca de placer.
Dios reconoció que a su gran obra le faltaba algo. Que al hombre le faltaba una compañera. No sé por qué me da que, también al mundo, a la sociedad también le falta “algo” el amor auténtico, fiel, dialogado, recíproco y transparente.
Javier Leoz
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