(ACG)
• Jesús y los discípulos están en movimiento: “se marcharon de la montaña” (30), “llegaron” (33). Es una actitud permanente en el Evangelio. Ahora, sin embargo, están haciendo un camino muy concreto: la subida a Jerusalén, el camino a la Pascua -muerte y resurrección-.
• Jesús es Maestro. Lo es haciendo camino, enseñando sobre el sentido de ese mismo camino: “estaba instruyendo” (31) sobre lo que sucederá, que el poder querrá quitárselo de encima y que la muerte no tendrá la última palabra. Podemos decir que educa en la acción y mediante la acción. Podemos decir, también, que en Él palabra y acción van juntas.
• También es Maestro cuando, “una vez en casa” (33), provoca una revisión de la jornada. El evangelista lo subraya diciendo que “se sentó” (35), gesto indicativo de magisterio. Podemos decir que Jesús no deja nunca de educarnos. Y lo hace con una pedagogía que consiste en hacer preguntas (33), toma la iniciativa para ver qué aprenden y para desbloquear “miedos” (32).
• Con la advertencia de que Jesús “se sienta”, Marcos nos está indicando que Jesús está a punto de dar una enseñanza especialmente importante. Y, ciertamente, da la vuelta (35ss) a la idea corriente sobre quién es “el más importante” (34): entre los seguidores de Jesús “el primero” es el que se hace “el último de todos y el servidor de todos” (35).
• Y pone un ejemplo: “un niño (36). Los niños no eran valorados en la sociedad de Palestina de aquel momento. Jesús se identifica con ellos, que aquí representan a los más pobres, los más pequeños y débiles: quien acoge a uno de ellos, “me acoge a mí”, dice (37).
• Pero dice más aún: quien acoge a un niño acoge al mismo Dios (37). Y diciendo eso Jesús habla de Dios como el que envía y de sí mismo como el Enviado. En tiempos de Jesús era habitual la idea de que el enviado es igual a aquel que lo envía; aquí no se trata, por tanto, de un simple gesto de hospitalidad, sino de la acogida que se hace a Dios a través de sus enviados.
• Toda esa enseñanza de Jesús tiene una serie de consecuencias compromisos para el que quiere hacerle caso, para quien quiere seguirlo con libertad:
— hacerse el “último de todos”, el “servidor de todos” (35), es decir, renunciar a todo poder;
— apoyar las relaciones comunitarias en la actitud de servicio desinteresado y generoso;
— acoger a los últimos: niños, pobres, enfermos…
— reconocer en el apóstol, en el militante, al mismo Jesús que lo ha enviado, al mismo Dios que ha enviado a su Hijo (37).
• Y quien asume todo eso, recibe su fruto: acoge a Jesús, acoge al Padre.
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