Domingo vigesimocuarto del tiempo ordinario
Salterio IV
Color: verde
Antífona de entrada Cf. Ecli 36, 18
Señor, concede la paz a los que esperan en ti, para que se compruebe la veracidad de tus profetas. Escucha la oración de tu servidor y la de tu pueblo Israel.
Gloria
ORACIÓN COLECTA
Míranos, Dios nuestro, creador y Señor del universo, y concédenos servirte de todo corazón, para experimentar los efectos de tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
PRIMERA LECTURA
Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban.
Lectura del libro de Isaías 50, 5-9a
El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás. Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas, a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían. Pero el Señor viene en mi ayuda: por eso, no quedé confundido; por eso, endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado. Está cerca el que me hace justicia: ¿quién me va a procesar? ¡Comparezcamos todos juntos!
¿Quién será mi adversario en el juicio? ¡Que se acerque hasta mí!
Si, el Señor viene en mi ayuda: ¿quién me va a condenar?
SALMO RESPONSORIAL 114, 1-6. 8-9
R/. Caminaré en la presencia del Señor.
Amo al Señor, porque Él escucha el clamor de mi súplica, porque inclina su oído hacia mí, cuando yo lo invoco.
Los lazos de la muerte me envolvieron, me alcanzaron las redes del Abismo, caí en la angustia y la tristeza; entonces invoqué al Señor: “¡Por favor, sálvame la vida!”
El Señor es justo y bondadoso, nuestro Dios es compasivo; el Señor protege a los sencillos: yo estaba en la miseria y me salvó.
Él libró mi vida de la muerte, mis ojos de las lágrimas y mis pies de la caída. Yo caminaré en la presencia del Señor, en la tierra de los vivientes.
SEGUNDA LECTURA
La fe, si no va acompañada de las obras, está completamente muerta.
Lectura de la carta de Santiago 2, 14-18
¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso esa fe puede salvarlo? ¿De qué sirve si uno de ustedes, al ver a un hermano o una hermana desnudos o sin el alimento necesario, les dice: “Vayan en paz, caliéntense y coman”, y no les da lo que necesitan para su cuerpo? Lo mismo pasa con la fe: si no va acompañada de las obras, está completamente muerta.
Sin embargo, alguien puede objetar: “Uno tiene la fe y otro, las obras”. A éste habría que responderle: “Muéstrame, si puedes, tu fe sin las obras. Yo, en cambio, por medio de las obras, te demostraré mi fe”.
ACLAMACIÓN AL EVANGELIO Gál 6, 14
Aleluya.
Yo sólo me gloriaré en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí, como yo lo estoy para el mundo. Aleluya.
EVANGELIO
Tú eres el Mesías... El Hijo del hombre debe sufrir mucho.
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 8, 27-35
Jesús salió con sus discípulos hacia los poblados de Cesarea de Filipo, y en el camino les preguntó: “¿Quién dice la gente que soy Yo?”
Ellos le respondieron: “Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los profetas”.
“Y ustedes, ¿quién dicen que soy Yo?” Pedro respondió: “Tú eres el Mesías”.
Jesús les ordenó terminantemente que no dijeran nada acerca de Él. Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar después de tres días; y les hablaba de esto con toda claridad.
Pedro, llevándolo aparte, comenzó a reprenderlo. Pero Jesús, dándose vuelta y mirando a sus discípulos, lo reprendió, diciendo:
“¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres”.
Entonces Jesús, llamando a la multitud, junto con sus discípulos, les dijo: “El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará”.
Credo
Oración de los fieles
Imploremos, hermanos, la misericordia de Dios y pidámosle que escuche las oraciones de los que hemos puesto nuestra confianza en él:
Para los obispos, los presbíteros y los diáconos pidamos al Señor una vida santa, tal como corresponde a su ministerio, y el premio abundante de su trabajo.
Para los que gobiernan las naciones y tienen bajo su poder el destino de los pueblos pidamos el don de la prudencia y el espíritu de justicia.
Para los enfermos e impedidos pidamos al Señor la fortaleza necesaria a fin de que no se desanimen ante las dificultades y vivan alegres en la esperanza de los bienes eternos.
Para nosotros mismos y para nuestros familiares, amigos y bienhechores pidamos al Señor que nos conserve y aumente los bienes que con tanta generosidad nos ha concedido.
Dios nuestro, fortaleza de los pobres y auxilio de los que sufren, escucha las oraciones de tu Iglesia y danos el Espíritu Santo, para que, iluminados con su luz, creamos con el corazón y confesemos con las obras que Jesús es el Mesías y vivamos convencidos de ue salvaremos nuestra vida. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Escucha nuestras súplicas, Señor, y recibe con bondad la ofrenda de tu pueblo, para que los dones presentados en honor de tu nombre sirvan para la salvación de todos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Antífona de comunión Cf. Sal 35, 8
¡Qué inapreciable es tu misericordia, Señor! Los hombres se refugian a la sombra de tus alas.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Te rogamos, Dios nuestro, que el don celestial que hemos recibido impregne nuestra alma y nuestro cuerpo, para que nuestras obras no respondan a impulsos puramente humanos sino a la acción de este sacramento. Por Jesucristo, nuestro Señor.
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