01 agosto 2024

Para fijarnos en el evangelio del domingo 4 de agosto

 

Para fijarnos en el evangelio

• La escena de hoy empieza con la “gente” (24) preguntando (25) a Jesús. Habían creído que lo dominaban, que sabían su identidad -éste sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo (Jn 6,14)-, pero Él se les escapa (desde el versículo 15 que no lo controlan).

• Y, además, Jesús es quien lleva la iniciativa: ha venido, y de modo sorprendente (Jn 6,19- 20); y a la pregunta de la gente responde con una interpelación, cuestionando los motivos por los que lo buscan (26).

• La interpelación va acompañada de una propuesta (27): hay que «trabajar» por el «alimento que perdura» -aquí a los judíos les resuenan unas palabras del profeta (Is 55,2ss)- y que da «la vida eterna».

– Hay que tener en cuenta que la «vida eterna» de la que habla Jesús no equivale a la inmortalidad que ofrecían los dioses paganos con sus néctares (esta vida no tendría término final). Jesús ofrece una vida nueva.

– Con estas palabras, Jesús conecta con los judíos: el alimento puede significar la Palabra de Dios, la cual da vida a quienes la practican -el maná del desierto (31), de hecho, tenía este significado: El Señor te alimentó con el maná, que tú no conocías ni conocieron tus padres, para enseñarte que no sólo de pan vive el hombre, sino de todo cuanto sale de la boca de Dios (Dt 8,3)-

• Detrás de todo el capítulo -como también en el trasfondo bíblico- está la cuestión de la gratuidad: hay que trabajar por el alimento recibido como don ya que la necesidad del alimento es experiencia de dependencia. La misma Creación tiene que ser recibida no sólo como tarea – dominadla (Gn 1,28)-, sino como don -todo os lo doy (Gn 9,3)-.

– El salmo 104 (103), con el que podemos orar (buscándolo entero en la Biblia), lo expresa muy bien: haces brotar hierba para los ganados y forraje para las bestias de labor, así saca el pan de los campos, y vino que le alegra el ánimo… Todos ellos aguardan a que les eches comida a su tiempo; se la echas, y la atrapan; abres tu mano, y se sacian de bienes (Sal 104[103], 14-15.27-28). También lo expresa el profeta (Is 25,6).

• Lejos de esa gratuidad, los que hablan con Jesús están preocupados por lo que tienen que «hacer» (28) ellos para ganarse a Dios, para ganarse la vida. De hecho no admiten otra cosa que cumplir escrupulosamente con la letra de la Ley. Jesús, en cambio, opone a las “obras» (28) que ellos están dispuestos a cumplir, la «obra» (29), la única «obra de Dios»: la fe, es decir, que «creáis en el que Él ha enviado». Creer es obra de Dios y el Enviado es enviado por Dios.

• Ellos siguen huyendo de la propuesta. Quieren «signos» (30). Y argumentan con la Escritura (31). Jesús no quiere demostrar nada, e insiste en hablar del don de Dios, el «Padre» (32-33). Es más, actualiza el don: «es mi Padre el que os da…» (32). Es para vosotros el don.

• Jesús añade una cierta definición de este don (33), aprovechando la misma cita bíblica (31) que ellos han mencionado: «el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo». En eso se sienten reconocidos. Pero «el pan que baja del cielo» ya no alimenta sólo a Israel sino «al mundo». Pero hay otra novedad que no han cap- tado cuando piden: «danos siempre de este pan» (34), pensando todavía en el pan como metáfora de la Ley. La novedad es que el don es el mismo Jesús (35). ¿Lo querrán, cuando lo descubran?

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