HORARIO MISAS VERANO 2024

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INSCRIPCIONES CATEQUESIS CONFIRMACIÓN Y POSCOMUNIÓN 2024-2025

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15 agosto 2024

HOMILÍA DOMINICAL XX DOMINGO ORDINARIO (CICLO B)

 

Las lecturas de hoy nos invitan a estar atentos y dispuestos a escuchar a Dios, para vivir el presente de manera positiva; es decir, que abandonemos la ignorancia y busquemos el camino del conocimiento y de la verdadera sabiduría de la vida.

La 1ª lectura, del libro de los Proverbios,  nos hace una invitación para que optemos por la “sabiduría”. 

En nuestro mundo encontramos un campo enorme de ofertas que venden felicidad, pero esa falsa felicidad que nos vende el mundo nos aleja de vivir una vida auténtica.  Hay personas que buscan progresar a costa de los demás; que huyen del esfuerzo, del riesgo y del dolor y buscan una felicidad individualista a cualquier precio.

La Sabiduría nos ofrece otro camino mucho más humano: aprender serenamente lo que es bueno, honrado y justo; descubrir la alegría en el encuentro con los hermanos y con la creación; cultivar la gratuidad y la donación; crear la cercanía solidaria con el dolor ajeno; empeñarnos seriamente en la construcción de un mundo más fraterno; y todo esto hacerlo llevando el proyecto de Dios en nuestro corazón.

La forma en que lo presenta es una invitación a una mesa: Venid a comer de mi pan, a beber el vino que he mezclado; dejad la inexperiencia y viviréis, seguid el camino de la inteligencia”. Participar de la misma vida de Dios, participar de su misma bondad, nos llevará a la verdadera sabiduría y a la vida plena.

Sabiduría es saber vivir, es saborear la vida, es encontrarle gusto a lo que somos y hacemos, y disfrutar con las personas con quienes compartimos.

La 2ª lectura, de san Pablo a los Efesios, nos invita a ser sensatos y actuar con sensatez. 

La insensatez es caer y seguir cayendo en los mismos errores.  Si caemos y no aprendemos, perdemos dos veces.  Si caemos y aprendemos de nuestros errores, ganamos.  El problema no es caer en los errores sino seguir cayendo en los mismos errores y por las mismas circunstancias.

Todos podemos tropezar y caer, pero no tenemos derecho a quedarnos tirados en el suelo. Debemos transformar cada instante, y hacerlo pleno y valioso.

Cuando nos alejamos de Dios nos comportamos como imprudentes e insensatos; cuando nos acercamos a Dios andamos por los caminos de la sabiduría y de la sensatez

El alejamiento de Dios lleva a la insensatez. La vida cerca de Dios nos hace vivir una vida más en plenitud, más feliz.

En el Evangelio de san Juan, nos invita Jesús a comer su carne y a beber su sangre.

Se dice que nuestro cuerpo se compone de lo que uno come.  Pues algo parecido pasa con nuestra vida espiritual.  Si nosotros nos alimentamos de rencores, egoísmos, envidias, etc., no podremos vivir una vida de felicidad profunda ni plena.

Jesús hoy se nos presenta como el verdadero alimento para esta vida y para la vida eterna.  Él mismo es ese alimento.  Comulgar o comer a Cristo significa no sólo alimentarnos de Él, sino también vivir comprometidos con nuestra felicidad y la de los otros; salir de nuestros egoísmos y girar a ver a nuestro alrededor; dejar la indiferencia y tomar las riendas de nuestra vida; significar perdonar como Jesús perdonó; orar como Él oro, y amar como Él nos lo enseñó.

La Eucaristía no puede ser solamente un rito más en nuestra vida al que asistimos por obligación, sino que es un encuentro con Cristo que viene a nosotros para ofrecernos la vida plena y definitiva.

Celebrar la Eucaristía es identificarse con Jesús, es vivir en unión con Él, es tener los mismos sentimientos que Él.  No podemos celebrar la Eucaristía y sembrar divisiones, envidias, conflictos e indiferencias ante las necesidades de los hermanos.  Si hacemos esto, entonces, la Eucaristía que celebramos y participamos se convierte en una mentira. 

Comer la carne de Jesús y beber su sangre significa que tenemos que comprometernos con el mismo proyecto que Jesús llevó a cabo a lo largo de su vida.

Nadie puede dar lo que no tiene; por eso alimentémonos de Jesús, verdadero alimento de vida eterna, para poder así nosotros junto con Él, y guiados por el Espíritu dar frutos que perduren, frutos de vida eterna.

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