¿También vosotros me vais a dejar?
1.- Hay momentos en la vida en que hay que cambiar de dirección y conducir el coche en dirección totalmente opuesta a la que se llevaba o dar un golpe de timón y regresar a puerto, o no queda más remedio que saltar del avión y confiarse a un frágil paracaídas.
Lo que no se puede es hacer las cosas a medias, poner la mano al arado y seguir mirando atrás, o tratar de servir a Dios y el dinero o pretender ser cristiano viviendo más paganamente que los vecinos. Hay que tomar una decisión drástica.
Josué se lo dice al pueblo de Israel con toda serenidad, pensadlo bien vuestros padres tuvieron dioses patrios y los habitantes de esta tierra en que vivís tienen los suyos, tenéis tres caminos que elegir, volver a los dioses patrios, vivir con los dioses de vuestros vecino o seguir al único y verdadero Dios. Así de sencillo, Dios, el verdadero, no quiere que le sigan a la fuerza.
Tampoco el Señor Jesús quiere que le sigan a la fuerza, cuando su doctrina se hace difícil y se queda sin discípulos, les pregunta a los doce apóstoles ¿También vosotros me vais a dejar?
2.- Y esta es una tremenda pregunta a cada uno de nosotros “también tú me vas a dejar” debe ser en muchas ocasiones como una llamada de aviso, como un grito de guerra.
Cuando dos novios quieren llevar una relación limpia y se sienten ridiculizados por aquello de las relaciones prematrimoniales “¿también vosotros me vais a dejar”?
Cuando se duda en emplear un veraneo o como todos en playas o discotecas o en campamentos con niños necesitados o levantando casa en tierra asoladas por la guerra, ante la duda oigamos a Cristo “¿también tú me vas a dejar?
Cuando una mordida apetecible es rechazada con honradez ante la mirada de lástima de los que están de vuelta no nos olvidemos “También tú me vas a dejar”.
3.- En este ambiente inmoral, corrompido, antirreligioso en que vivimos, cada uno debe preguntarse si estamos aquí, si me siento luz y sal de la tierra o no nos distinguimos en nada de los peces muertos que se dejan llevar por la corriente.
Si no ha llegado el momento de girar en redondo y tomar un camino a contra corriente o serviremos a dioses tan democráticos como antiguos en la humanidad del sexo, de la corrupción, del dinero fácil.
Si no ha llegado el momento de confiarnos a ojos cerrados al frágil paracaídas de la fe en Dios que nos llevará a buen término.
“¿También tú me vas a dejar?” es un reto y al tiempo un grito de guerra.
Cuando una joven casada o un joven casado empiezan a sentir las redes de un compañero de trabajo trotacatres o una secretaria facilota y sin moral sirva de revulsivo el grito de Cristo “¿También tu me vas a dejar?”
José Maria Maruri, SJ
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