¿Quién es Jesús para ti y para mí?
1. La Sagrada Escritura insiste, una y otra vez, que Jesús no fue recibido entre los suyos: “Vino a los suyos, y los suyos no le recibieron”. Por otra parte, cada uno de los cuatro evangelios tiene algunas características propias, peculiares. Y una característica peculiar del evangelio de Marcos es la repetida pregunta que se hace diversa gente ante Jesús: ¿Quién es este? ¿De dónde le viene esta sabiduría y esta fuerza? Y lo curioso es que –según Marcos– Jesús prácticamente no responde a la pregunta. Como si quisiera decir: Sólo el que me sigue, el que va conociendo y amando, hallará –en el fondo de su ser– la respuesta.
Hoy hemos escuchado cómo la pregunta surge allí donde más conocían a Jesús; en su tierra, en su pueblo, entre los hombres y mujeres que habían convivido con Él, le habían tratado como carpintero y conocían a toda su familia. Más aún: La pregunta surge entre el que podríamos llamar el sector más practicante, más religioso de su pueblo (los que iban el sábado a la sinagoga para la reunión semanal).
Notemos que en la reacción de aquella gente hay como dos pasos. El primero es de reconocimiento asombrado de la sabiduría con que habla ahora Jesús, de constatación sorprendida de la fuerza milagrosa de sus manos. Desde que Jesús ha dejado su pueblo, las noticias que llegan de las poblaciones vecinas, de toda Galilea, hablan de estas sorprendentes maravillas. Quizá algunos de Nazaret han sido testigos de ello en Cafarnaún, en Tiberiades. En una palabra: No niegan los hechos.
Pero –segundo paso– ante estos hechos, desconfían ¿por qué? Porque Jesús es uno de los suyos. Y lo que no pueden admitir –a pesar de la fuerza de las palabras y de los hechos– es que Dios actúe y se manifieste a través de un hombre que es uno de ellos. Quizá si hubiera venido de lejos, si hubiera sido un sabio con títulos o un hombre con misteriosos poderes… pero no uno de ellos: El carpintero, el hijo de María, el vecino y compañero de toda la vida.
2. ¿Quién es Jesús para ti y para mi? ¿Cuánto lo has conocido? ¿Qué tanto has permitido que entre en tu existencia y defina tu estilo de vivir y de comportarte? ¿Qué tanto has permitido que modifique tu modo de pensar, tus gustos y tus decisiones?
La primera lectura nos presenta a un pueblo “testarudo” que, ante las dificultades, ha olvidado las grandes muestras de amor que Dios ha tenido para con él, y ahora no quiere prestar oído a sus palabras. Es un pueblo que no ha sabido enfrentar las dificultades con madurez y piensa que si ha sufrido es porque Dios lo ha abandonado.
El pueblo de Dios no se deja educar con las situaciones que implican sufrimiento deseando que todo en su vida le resulte a su manera. Se ha olvidado que el hombre fiel a Dios, el profeta, no busca que las cosas resulten a su manera, sino que siempre busca hacer en todo la voluntad de su Señor, y las dificultades de la vida son ocasión para aferrarse más a Dios, y no motivos para derrumbarse en la fe.
El evangelio nos permite ver una escena en la vida de Jesús cuando va a su aldea natal. Sus vecinos lo escuchan con asombro pero con incredulidad, “¿dónde aprendió?” se preguntan. No quieren ver lo extraordinario de ese hombre que antes sólo parecía uno de ellos, y ahora se presenta con un mensaje y un estilo de vida que les deja sorprendidos, su incredulidad les hace poner una barrera y, lejos de emprender un nuevo estilo de vida a partir de la propuesta del Señor, se contentan con decir ¿no es este el hijo del carpintero? No cayeron en la cuenta de que Jesús sólo sabían ciertas cosas, por ejemplo, quien era su familia, quienes eran sus parientes y cual había sido su oficio; sin embargo, efectivamente no lo habían conocido y ahora no aceptan que les dé una palabra distinta y les proponga un cambio en su existencia.
3. A nosotros nos puede pasar que nos engañemos creyendo conocer a quien llamamos “nuestro Señor”, cuando en realidad no hemos tenido un verdadero encuentro personal con él, que nos permita encontrarle el sentido a nuestra existencia y emprendamos estilos nuevos, maduros y creativos de afrontar la vida.
La segunda lectura nos hace conocer a un hombre para quien Jesús no fue un simple carpintero. Un hombre que empeñó toda su existencia al conocer a Jesucristo, la empeñó en su transformación y la dedicó a anunciarlo entre los más alejados. Este hombre es Pablo, quien fue probado muchas veces por el sufrimiento, pero sabía que el sufrimiento le daba la oportunidad de ser más fuerte cada día, de esa manera, lejos de lamentarse de sus problemas, se goza en decir que su fuerza no reside en él mismo sino que le viene de la gracia de Jesús.
Así como se presentó en Nazaret, Jesús nos dirige hoy su palabra y nos reta a conocerlo a profundidad, a transformar nuestra vida y a hacernos fuertes en medio de los sufrimientos. Asimismo nos propone que nos encontremos con él nuevamente por primera vez, de tal manera que no sólo digamos que lo conocemos, sino que nuestra modo de vivir lo demuestre.
4. También nosotros somos un pueblo “testarudo” y obstinado, como lo era el pueblo de Israel. Muy probablemente no haremos caso del profeta porque somos un pueblo rebelde que no quiere aprender de la historia. Pero mientras haya pobres entre nosotros sabremos que Dios sigue gritando proféticamente. Tal vez no hagamos caso, pero al menos sabremos que, los profetas entre nosotros están dispuestos a darnos la lata, como Ezequiel entre los suyos, Jesús de Nazaret y los pobres entre nosotros.
Antonio Díaz Tortajada
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