No hay aire que me serene,
no hay agua que me refresque,
no hay fuego que me temple.
Sueño donde nunca estoy,
espero donde nadie pasa,
y trabajo sin visto bueno.
Iría, pero no voy.
Quiero decir, y no digo.
Quiero ser, y no soy.
Un día, pierdo el camino.
Otro día, el corazón.
Y casi todos, me pierdo yo mismo.
Si pudiera ser, Señor,
infúndeme, de nuevo, tu aliento
para que recobre aire, pulso y ritmo.
Acércate a mi vera para que te sienta;
refréscame, témplame,
ponme en camino
y dame tu visto bueno.
Florentio Ulibarri
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