• Jesús, después de un recorrido por tierra extranjera (Mc 5, 1-20) y de acciones entre personas catalogadas como «impuras» (Mc 5, 21-43), decide «ir a su pueblo» (1). Y allí, como había hecho en otros lugares, lleva a término su misión evangelizadora (2), aunque sea duro.
• Los de Nazaret “no lo aceptan”, “se escandalizan” ante Jesús (3), no tienen “fe” en Él (6): no pueden aceptar su persona ni su actuación. También el evangelista Juan recoge la perpleji- dad ante las enseñanzas de Jesús: Los judíos, extrañados, decían: ¿Cómo puede saber tanto este, si no le ha instruido nadie? (Jn 7,15).
• Jesús, en otro contexto, dándose a conocer a través de su acción hacia los más pobres —ciegos, cojos, leprosos, sordos, muertos, pobres—, dirá esta bienaventuranza: «¡Dichoso-Feliz el que no se sienta defraudado por mí! (Mt 11, 5-6).
• Los familiares de Jesús, de los cuales se habla aquí (3) y que representan, más que nadie, a su pueblo (4), piensan que ha perdido el juicio-cordura. En Marcos ya habían hecho un intento de apartarlo de su misión: “Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque decían que no estaba en sus cabales” (¡Ha perdido la cordura!) (Mc 3,21).
• Lo que Jesús expresa con la frase “No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa” la encontramos, además de los sinópticos (Mt 13,57; Lc 4,24), en Juan: “Un profeta no es estimado en su propia patria” (Jn 4,44). Los de su pueblo –los suyos– se escandalizan: no pueden aceptar que un hombre “normal” del pueblo pueda hacer y decir lo que hace y dice Jesús.
• En otras ocasiones, en Marcos, Jesús sí que “ha podido hacer milagros” (5), porque tenían fe:
• Jesús, al ver la fe de aquella gente, dice al paralítico: “Hijo, te son perdonados los pecados.” (Mc 2,5);
• Jesús le dijo: –Hija, tu fe te ha curado-salvado. Vete en paz y queda curada del mal que te atormentaba. Mientras Jesús todavía hablaba, llegaron unos de casa del jefe de la sinagoga a decirle: –Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar al maestro? Pero Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: –No tengas miedo; basta que tengas fe. (Mc 5,34-36).
• Entonces el padre del chico exclamó: – Creo, pero dudo, ayúdame a tener fe. (Mc 9,24)
• Jesús le dijo: –Ve, tu fe te ha curado- salvado. Y al instante vio y lo seguía por el camino. (Mc 10,52).
• La “falta de fe” (6) ata a Dios de manos (5), porque el Reino que se manifiesta en Jesús no es un poder que se impone sino que es amor que se ofrece.
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