1- En la Biblia se considera el mar como enemigo de Dios e instrumento de Satanás. No olvidemos que los egipcios mueren en el mar Rojo cuando perseguían a los hebreos, lo cual es prueba del poder de Dios. La Bestia del Apocalipsis surge del mar. Marcos nos presenta el mar como la fuerza maligna que quiere impedir que Jesús se acerque a Gerasa, tierra de paganos. Había concluido su enseñanza en parábolas, junto al lago de Tiberíades y ahora quiere ir a la otra orilla. Jesús está siempre presente en aquella persona que lo necesita, sea de la nación que sea. Su mensaje es universal, no particularista. Es en la otra orilla del lago donde curará al endemoniado. Las olas del mar -símbolo del mal- quieren impedir que Jesús realice el bien. Pero Jesús demuestra su poderío y dominio sobre el espíritu del mal con el mismo grito que lanzó al poseso de la sinagoga de Cafarnaún: ¡Silencio, cállate! Primera enseñanza: Dios lo puede todo, confiemos siempre en su fuerza curativa.
2.- Los discípulos, que quieren ser seguidores de Jesús, a pesar de todo lo que habían visto, dudan y tienen miedo cuando se desata la tormenta y ven que Jesús duerme. El, tranquilamente para la tormenta y les echa en cara su falta de fe: «¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?». Nuestra fe, como la de aquellos discípulos es muchas veces vacilante y débil, sobre todo cuando llega la dificultad: una enfermedad inesperada, un suspenso en un examen, un trabajo que no nos sale bien, un desengaño amoroso, los primeros síntomas de debilitamiento por el paso de los años… Y nos venimos abajo, o le exigimos a Dios una prueba de su poder. Jesús quiere que confiemos plenamente en El, porque nos ha dado pruebas suficientes de amor.
Los discípulos no tienen más remedio que reconocer su grandeza y cercanía. Nosotros también le tenemos muy cerca, pero a veces no le notamos. El es como el sol que alumbra y da calor, pero para que podamos gozar de él es necesario que abramos las ventanas de nuestra casa, de lo contrario es imposible que entre. San Agustín comenta que la nave es tu corazón: «Jesús estaba en la nave. La fe habita en tu corazón. Si traes a la memoria tu fe, no vacilará tu corazón; si olvidas la fe, Cristo duerme y el naufragio está a las puertas. Por tanto, haz lo que falta, para que si se encuentra dormido, despierte. Dile: «Despierta, Señor, que perecemos», para que dé órdenes a los vientos y se produzca la bonanza en tu corazón. Cuando Cristo, es decir, cuando tu fe está despierta en tu corazón, se alejan todas las tentaciones o, al menos, pierden toda su fuerza. Por tanto, ¿qué significa levántate? Muéstrate, manifiéstate, hazte notar. Levántate, Señor y ven en mi auxilio». Segunda enseñanza: Abre tu corazón a la presencia de Dios.
3.- Jesús nos invita a nosotros a ir «a la otra orilla». Es más fácil quedarse parado y contentarse con lo que ya tenemos, incluso justificar nuestras debilidades como si fuera imposible dominarlas. Jesús nos anima a salir de nosotros mismos, a lanzarnos a la aventura. Es vedad que nos asusta la travesía en la noche, pero El viaja con nosotros. En otra ocasión les dirá a los discípulos que remen mar adentro. Sólo así, esforzándonos en superar lo que nos atenaza, arriesgando nuestras seguridades, poniéndonos confiadamente en sus manos, podremos llegar a buen puerto, superando todo aquello que nos impide crecer en el conocimiento y seguimiento de Jesús. El necesita hombres y mujeres esforzados, pero también confiados en que nunca les va a faltar su ayuda. El vence al mal y por eso le damos gracias «porque es eterna su misericordia» al librarnos de la angustia y la tribulación (Salmo 106). Tercera enseñanza: Arriésgate por Cristo, merece la pena si quieres salir de tu vacío interior.
José María Martín OSA
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