22 junio 2024

Domingo XII de Tiempo Ordinario

 (Mc 4, 35-41)

Jesús calma una tormenta en el mar ante la mirada asombrada de los discípulos. El mar simbolizaba las fuerzas ocultas del mal, ante las cuales el hombre se siente impotente, porque superan su capacidad de comprensión y de acción.

Pero en toda la Biblia Dios siempre aparece dominante por encima del mar (Is 17, 13; Sal 18, 16; 104, 6-7), sobre todo en la experiencia del paso del Mar Rojo (Sal 106, 9; Is 63, 12).

Aquí Jesús duerme plácido en medio de la tormenta marina, y los discípulos lo despiertan indignados y llenos de temor.

Pero Jesús con su sola palabra, dando una orden, se manifiesta como dominador de las fuerzas misteriosas.

Sobrevino una calma perfecta, símbolo de la paz que trae el Mesías. El temor de los discípulos luego del prodigio ya no es el miedo a la tormenta; es el temor que se siente ante lo sagrado, que despierta respeto, admiración, y produce en el hombre la sensación de pequeñez e indignidad.

Aquí Jesús, tanto en el sueño como en la acción, aparece como el Señor, dueño de la situación, lo cual contrasta con la angustiosa impotencia y el tremendo miedo de los discípulos.

A veces, cuando estamos angustiados, nos parece que Jesús duerme, que no presta atención a nuestras angustias; pero él está. Y dejando todo en sus manos, confiando en su poder y en su amor, a su tiempo llegará la luz. Basta creer que él está allí, en la misma barca, junto a nosotros.

Oración:

«Señor, pongo mi vida en tus manos, porque yo solo con mi fragilidad no puedo enfrentar los misterios de la vida ni puedo dominar los males que me amenazan, pero contigo tengo la seguridad que me permite enfrentarlo todo».

 

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu comentario