* Jesús “exhaló su aliento sobre ellos”(22):esta expresión nos lleva a los orígenes, a aquello que Dios hizo por dar vida al hombre a quien modeló del polvo de la tierra (Gn 2,7). De esta manera el Evangelio nos dice que Cristo Resucitado, dándonos el Espíritu, es el Creador de la Humanidad Nueva.
* El don del Espíritu Santo es fruto de la resurrección de Jesús. Es el Resucitado quien lo da (19). Don del Espíritu y Resurrección de Jesús no se pueden separar. El Espíritu Santo nos ha sido dado para la nueva presencia de Dios entre nosotros (Jn 14,16-26; 15,26; 16,7-15).
* Es por el Espíritu Santo como Cristo – el único Cristo– vive en medio de nosotros y en cada uno de nosotros. Es por el Espíritu Santo que Cristo nos comunica su vida de resucitado.
* Es por el Espíritu Santo que podemos amar (alguien ha formulado que quien no ama no tiene el Espíritu Santo).
* Es por el Espíritu Santo que podemos “ver” (20) al Señor (Jn 3,3; 14,19; 20,24.29) –es “el ver” de la fe, el “ver” que llena de alegría (20)– y que podemos acoger sus presencias: en la Iglesia reunida (Mt 18,20), en la Escritura proclamada como Palabra viva (Rm 10,17), en los Sacramentos (1Co 11,24-25) y en la vida, en las personas –empezando por los más pobres– y los acontecimientos (Mt 25,40.45; Lc 12,54-13,5; 17,21).
* Es por el Espíritu Santo como podemos pasar a la acción y dar la vida por los demás como ha hecho Cristo (Jn 15,13), abiertos a la esperanza del Reino de Dios (Mc 4,26-29).
* En la celebración de la Eucaristía expresamos el reconocimiento de estas cuatro presencias del Señor: la primera, en la Reunión; la segunda, en la Palabra que se nos proclama; la tercera, en el Sacramento; y la cuarta, en el envío del final, que nos recuerda que Él está en la vida, fuera, cuando estamos en la familia dispersos en medio del mundo y de la sociedad (en el centro de trabajo o de estudio o en la plaza o en las asociaciones…), durante toda la semana, hasta la reunión del domingo siguiente.
* El evangelista Juan habla de “discípulos”, no de apóstoles, (19) refiriéndose a quienes estaban reunidos en un mismo lugar: así acentúa la adhesión a Jesús, el seguimiento. La identidad del apóstol –enviado (21)–, por lo tanto, pasa por ser, primero, discípulo.
* No se es discípulo ni se es apóstol si no es en Iglesia: reunidos en un mismo lugar (19) y reunidos con Él, en su presencia.
* Es enviado –apóstol– aquel discípulo a quien el Resucitado envía, del mismo modo que Jesús era enviado por el Padre (21). Por tanto, el apóstol, nunca parte de la propia iniciativa sino de la iniciativa de Otro.
* Siempre se refiere al proyecte de Otro: el proyecto de Dios que ha amado tanto al mundo que le quiere dar la vida (Jn 3,16) dándose a conocer (Jn 7,26).
* El apóstol –el militante cristiano– es la persona que da a conocer, con la palabra y la acción, a ese Dios que ha manifestado su amor y ha dado la vida en el hombre Jesús de Nazaret (Rm 1,5; 15,18).
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