23 marzo 2024

La paz y el amor de Jesús

 

La paz y el amor de Jesús

Lo narra muy bien José Luis Martín Descalzo en su biografía sobre Jesús de Nazaret. Y el mito y la mentira propalada en los años setenta, cuando Jesús de Nazaret quiso ser transformado en un revolucionario al estilo moderno se interpretó la entrada triunfal en Jerusalén como un ataque guerrillero contra el poder establecido. Las consecuencias de esa insurrección habrían sido la condena, tortura y ejecución de Jesús. La verdad es que esta teoría no tiene la menor posibilidad histórica, porque la guarnición romana vigilaba desde lo alto de la Torre Antonia. Cualquier problema de orden público era dominado enseguida con enorme dureza. Por el contrario los actos de contenido religioso –procesiones, romerías con cantos y las típicas subidas al templo—no producían inquietud alguna y dejaban que se desarrollasen, aunque algunas veces produjeran algún tumulto por la multitud que participa en ellas. Los militares romanos ya sabían lo que se traían entre manos y desde luego no hubieran permitido nada parecido a un ataque revolucionario. Otros tratadistas del mismo tinte revolucionario relacionaron también la actitud guerrillera de Jesús con la expulsión de los mercaderes del Templo.

Junto a Martín Descalzo, también nuestro Padre Maruri se ha referido a esa falsa actividad violenta de Jesús de Nazaret. Pero Él quiso dejar claro que era pacífico. Entró en Jerusalén sobre un borriquillo y no a lomos de un impetuoso caballo blanco, rodeado de su guardia de honor. El cortejo de Jesús era festivo y propio de una romería. Las gentes le saludaban con ramos de olivo –señal de paz—y palmas. Y, desde luego, fue un gran éxito. Y si bien a las fuerzas de ocupación romana el asunto no les importó nada, no ocurrió así con el conjunto de las autoridades religiosas de Israel, que entendieron perfectamente que esa entrada era religiosa y que añadía un talante de paz y de fiesta muy deseado por el pueblo, pero odiado por el sistema oficial del Templo, ya que era todo un cambio. Y fue esa entrada triunfal lo que precipitó la persecución y muerte de Jesús.

2.- La Iglesia y su liturgia –que derrochan gran sabiduría—han puesto en la misa de hoy ese relato completo de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo para que –digámoslo así—no haya duda sobre que celebramos hoy. Por eso, la liturgia tiene una lectura de júbilo, asociada a la procesión de Ramos y el relato íntegro de la Pasión. En este ciclo B hemos escuchado la Pasión según San Marcos que nos ofrece el testimonio nítido de la voluntad salvadora universal de Dios y de su amor representado en el sacrificio y posterior victoria de Cristo Jesús. Estaréis de acuerdo conmigo que esta lectura en conjunto emociona y deja el alma perfectamente preparada para vivir la Semana Santa de la que el Domingo de Ramos es pórtico “físico” e inicio “psicológico”. Pensemos, ahora, pues en la paz que nos trae Jesucristo y en su talante de hombre pacífico.

3.- La paz de Jesús se verá reflejada horas después en su retirada, en su marcha a Betania para descansar con sus amigos, Marta, María y Lázaro. Ante su éxito –y en términos estrictamente religiosos—Jesús podría haber pedido a los Sumos Sacerdotes y Senadores “que le tuvieran en cuenta” dentro de la “religión oficial”. Y quien sabe si esa imposible pretensión de Jesús –fue una de las tentaciones de Satanás en el desierto—de “oficializar” su mesianismo hubiera tenido éxito. Pero tanto Jesús como los líderes religiosos de Israel sabían que eso era imposible. Jesús pedía la vuelta a la religión original de Amor que el Padre esperaba. Los fariseos y saduceos alimentaban un sistema social, político y con formas religiosas, que nada tenía que ver con la misión de Jesús de Nazaret. Por eso, llegada la tarde Jesús se retiró a Betania a esperar el desenlace de su Misión.

Por eso es importante hoy, tras la bendición alegre de los ramos, leer y meditar íntegra la Pasión de nuestro Maestro. Es difícil no sobrecogerse con el relato de Marcos de la Pasión. Concreto, directo, certero y muy claro. No es posible desviar la atención de lo que está ocurriendo. Y ese drama de Jerusalén, aunque sepamos que trajo nuestra salvación, todavía duele y aún resulta difícil admitir el sufrimiento de Cristo. Resuena el eco de ese sufrimiento en toda la Historia universal. Y fue por nosotros. Jesús es paz, Jesús es amor. Jesús supo vivir el dolor para que todos nosotros fuésemos más felices.

Ángel Gómez Escorial

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