1.- Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será condenado; el que no cree ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. El problema, para nosotros en este siglo XXI, es precisar el alcance significativo de la palabra “creer”. Porque es evidente que nadie puede creer en Cristo, como el mismo san Pablo lo dice en más de una ocasión, si alguien no se lo ha anunciado convincentemente. Y existen muchos millones de personas en nuestro mundo a los que nadie ha anunciado convincentemente a Cristo como Hijo único de Dios. Pensemos simplemente en la mayor parte de los budistas, hinduistas, y musulmanes. Muchas de estas personas que practican estas religiones lo hacen convencidas de la verdad de su fe y pensando que las demás religiones, incluida la católica, no son las verdaderas. No podemos afirmar nosotros que todas estas personas se van a condenar por no haber creído en el nombre del Hijo único de Dios, como dice literalmente san Juan en el evangelio de este domingo. Ensanchemos, pues, el sentido de la palabra “creer” en Cristo, extendiendo su significado: podemos afirmar que todas las personas que creen en los valores que predicó Cristo, creen en Cristo. Se trata de los que llamamos hoy día cristianos anónimos: personas que creen y viven según los valores que predicó y vivió Cristo.
2.- Esta es la causa de la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios. En estas frases de San Juan, escritas a continuación de las anteriores, vemos que el mismo san Juan nos dice ahora que lo que nos salva son las buenas obras, es decir, vivir de acuerdo con la luz y con la verdad de Dios. Cristo es la luz y la verdad del Padre; creer en Cristo es vivir según la luz y la verdad del Padre, es decir, vivir según la luz y la verdad de Cristo. Esto es creer en Cristo y en este sentido decimos los cristianos que Cristo es nuestro único camino, nuestra única verdad y nuestra única vida, para llegar al Padre. Por tanto, pidamos a Dios que nuestras obras, y las obras de los que no creen en Cristo, sean siempre obras que estén de acuerdo con el evangelio de Cristo, porque si hacemos esto nos salvaremos unos y otros.
3.- En aquellos días, todos los jefes de los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades, según las costumbres abominables de los gentiles… Se burlaron de los mensajeros de Dios, despreciaron sus palabras y se mofaron de sus profetas, hasta que subió la ira del Señor contra su pueblo a tal punto, que ya no hubo remedio. En este segundo libro de las Crónicas se interpreta el castigo de Dios a los sacerdotes y pueblo de Israel como consecuencia de la maldad de sacerdotes y pueblo. Pero, al final, se dice que Dios, misericordioso y compasivo, se compadece de su pueblo y mueve el corazón del rey de Persia, Ciro, para que permita al pueblo de Israel volver a Jerusalén y reconstruir el templo. Nosotros sabemos hoy que los castigos físicos no son consecuencia necesaria de los pecados morales, pero es bueno que, a la luz de este texto de las Crónicas, nos demos cuenta de que la misericordia de Dios triunfa siempre su ira. No nos desanimemos, pues, nunca y arrepintámonos siempre de nuestros pecados; Dios nunca nos fallará, aunque tenga que valerse, como en este caso, de personas que no practican nuestra religión. Muchas veces, personas no creyentes en nuestra religión nos dan ejemplo, como en este caso el rey Ciro, de magnanimidad y misericordia.
4.- Por pura gracia estáis salvados… Pues estáis salvados por su gracia y mediante la fe. Y no se debe a vosotros, sino que es un don de Dios; y tampoco se debe a las obras, para que nadie pueda presumir… Dios nos ha creado en Cristo Jesús, para que nos dediquemos a las buenas obras, que él determinó que practicásemos. Podemos repetir aquí lo mismo que dijimos en el comentario al evangelio, según san Juan. También aquí san Pablo, en su carta a los Efesios, nos dice que el que salva es Dios, con su gracia, pero que Dios nos ha creado en Cristo Jesús para que nosotros nos dediquemos a las bunas obras. Es decir, que si queremos imitar a Jesús y seguirle, debemos hacer buenas obras. Y esto que dijo san Pablo a los primera cristianos de Éfeso, vale también para nosotros y para las personas de todos los tiempos, sean cristianas o no: es Dios el que nos salva, pero si nosotros queremos libremente que Dios nos salve debemos hacer obras buenas.
Gabriel González del Estal
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