La hondura, dramatismo, tristeza, silencio, queja, burla, confianza, muerte…y un largo número más de sentimientos y circunstancias, que se le presentan al cristiano-lector-orante de la Pasión de Cristo en el evangelio de Matero, no lo pueden dejar indiferente.
Los tiempos que nos han tocado vivir, puede llevar a los seguidores de Cristo a presentar, con el Salmo 22, una queja, quizá infundada, a Dios: “¿Por qué me has abandonado?”. Son las mismas palabras que puso Jesús en sus labios poco antes de su muerte. “Son las de un inocente perseguido y rodeado de adversarios que quieren su muerte; él recurre a Dios en un lamento doloroso que, en la certeza de la fe, se abre misteriosamente a la alabanza” (Benedicto XVI). Son también las palabras que, ante la incertidumbre de muerte que nos rodea por efecto de la pandemia, muchos creyentes las pongan en sus labios.
Si Cristo las exclamó con voz potente, y los allí presentes no las comprendieron en su verdadero sentido; tampoco hoy muchos no las entienden, porque ni saben de Dios, y posiblemente ni quieran saberlo.
Cristo no corría tras la muerte, ni tampoco la deseaba y quería, aunque ello no conllevaba echarse atrás, ya que, dentro de su queja desesperada al Padre, destila una confianza(¿Por qué me has abandonado?) plena y total de fidelidad al proyecto del Reino del Padre para el mundo por Él creado. Cristo, siempre estuvo al servicio del proyecto de amor a la humanidad que Dios entregara al mundo desde sus inicios, como de amor a dicho proyecto.
La confianza del ser humano tiene que ser total, como la de Cristo en la cruz. Toda persona, imagen de Dios, aún en la soledad de la oración (como en el Huerto de los Olivos) y suplicándole que pase el cáliz del dolor, de la enfermedad, -a veces con muerte-, por la situación de la pandemia en que se vive actualmente, tiene que concluir con el mismo Él: «¡Abba! Padre: tú lo puedes todo, aparta de mí este cáliz. Pero no sea como yo quiero, sino como tú quieres».
Las lecturas de la eucaristía que preceden al evangelio, son un preámbulo de él. Isaías narra el siervo sufriente por causa de la fidelidad a la palabra, Cristo es también el sufriente por esa fidelidad al proyecto de Dios para con el mundo. En Filipenses resuena el anonadamiento del Siervo exaltado por Dios sobre todo y que el concedió el “Nombre-sobre-todo-nombre”; que es lo mismo que decir: Cristo vencedor de la muerte y transformador de la existencia humana. Cristo modelo de humanidad para la humanidad.
Releyendo el evangelio de la procesión de ramos del principio de la celebración, y meditando sobre él, aparecen concomitancias entre Cristo y el pollino que lo transporta. A saber: humildad, pobreza, mansedumbre… Además, escribe Marcos “encontraréis un pollino atado, que nadie había montado todavía” (11, 12), pudiéndose colegir de ello la pureza y limpieza del jumento donde se asienta el “Príncipe de la Paz”.
Todo seguidor de Jesús, tiene que ser portador de la paz, llevar en sus hombros además del Príncipe de la Paz, manifestarla con su palabra y su obrar.
Si, al menos al final de esta Semana Santa de este año especial, aunque no tanto como la anterior, al todo bautizado hace suya la frase del centurión: «Realmente este hombre era Hijo de Dios» será un signo de que se ha planteado la pregunta existencial de «¿Seré yo?» y que, de hacérsela, le llevará a un cambio de vida y a un mayor seguimiento del Cristo Resucitado en la noche santa de la Vigilia-Pascual.
Si Cristo puso en riesgo la credibilidad en los sistemas políticos, económicos e incluso religiosos del momento de forma pacífica, llegando incluso hasta la muerte, por el hecho de apostar por la persona, por la vida y por los valores que conducen a la paz, hoy día están aún sin concluir a la vez que impidiendo que el reino de justicia, de paz, de vida y de amor lleguen a la plenitud total del proyecto de Dios en Cristo: construcción del Reino de Dios entre nosotros y para nosotros.
Si la vivencia de este domingo, así como el del Triduo Pascual, nos llevan a preguntarnos «¿Seré yo?» es un buen principio para gritarle a Dios ¿por qué nos has abandonado?que hará que la noche de Pascua resuenen en nuestro corazón las palabras del centurión: «Realmente este hombre era Hijo de Dios».
Feliz y provechosa Semana Santa que debe culminar en la alegría compartida de la Pascua de Resurrección de Cristo.
Fr. Carlos Recas Mora O.P.
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