1. . Palabra
Abrahán (primera lectura) es probado en su fe hasta el sacrificio, hasta el absurdo. ¿No es acaso Isaac el don de Dios, el hijo de la Promesa? Creer en el Dios de Abrahán, de Israel y de Jesús no entra en «lo razonable». Somos llevados a donde nunca iríamos por elección propia.
Y es que Dios, previamente, ha hecho por nosotros la locura de entregarnos a su propio Hijo en sacrificio. Tampoco El ha sido «razonable» en su amor (segunda lectura).
El Tabor representa las dos vertientes de la fe: la luminosa, la que celebra gozosamente la victoria del Reino, la Resurrección, y la oscura, pues el camino escogido por Dios es el de la muerte. La fe del discípulo ha de ser la de Abrahán: abandono y obediencia a los planes del Padre (Evangelio).
2. Vida
La tradición cristiana ha ligado siempre la Cuaresma al sacrificio. Pero, con frecuencia, hemos hecho del sacrificio un rito comercial (yo renuncio a esto por lo otro) o un rito de reparación (mediante mi sacrificio consigo tu beneplácito) o una práctica ascética (las renuncias me auto-perfeccionan). Es necesario devolver al sacrificio cristiano su dinámica propia: la obediencia de fe sin reservas a los planes de Dios. ¿Por qué preferimos ofrecerle a Dios cosas en vez de ofrecernos a nosotros mismos?
Tendríamos que comenzar por revisar qué nos hemos propuesto en esta Cuaresma. Hay creyentes que no se proponen nada «especial» porque han descubierto que se trata de vivir la vida entera en fe, esperanza y amor. Hay otros que se hacen un plan de vida especial para estas semanas, porque necesitan medios concretos para vivir ese espíritu de entrega incondicional del Señor. Hay otros, finalmente, que usan sus sacrificios para no entregar el corazón.
Piensa qué te ayudaría a vivir el espíritu de Abrahán y de Jesús, aunque te sientas muy lejos del modelo. ¿Hay alguna realidad que debes sacrificar para vivir la libertad del amor?
Evita los sacrificios que refuerzan tu narcisismo espiritual. Descubre algo significativo en tu vida ordinaria.
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