23 febrero 2024

II Domingo Cuaresma: Levantar el ánimo

 Fue una salida al monte. Según la tradición se trata del monte Tabor. Jesús había anunciado a sus amigos los apóstoles, su pasión y su muerte, que iba a ser condenado por las autoridades judías y que al tercer día resucitaría. La noticia conmocionó a todos sus seguidores. Les dejó hundidos De aquel grupo desmoralizado Jesús escogió a tres: a Pedro, a Santiago y a Juan para subir a la montaña. Estos tres eran los mismos que poco tiempo después le acompañarían a Jesús para orar en el Huerto de los Olivos en aquellas horas agónicas de la noche del primer Jueves Santo. Con aquel encuentro en la cumbre Jesús trata de neutralizar la sensación desalentadora en la que habían caído los apóstoles: que Jesús iba a morir. Lo de que al tercer día resucitaría no le dieron importancia. Pasaron por encima.

Estando en la cumbre se amplió el número de personas presentes, de personajes: Dios Padre, la voz que salió de la nube, Elías y Moisés. Pedro no se pudo contener y exclamó: “¡Maestro, qué bien se está aquí …! Vamos a hacer tres chozas: una para ti, otra para Elías y otra para Moisés”.Una voz surge de la nube: “Este es mi hijo amado: escuchadle”. Es más rico “escuchar” que” oír” Nos pide que le escuchemos.

Vivimos tiempos en los que la sociedad está enfadada, crispada. Múltiples voces y mensajes, servidos por amigos, por quienes nos aplauden o nos rechazan ¿Prestamos atención a los consejos de los familiares, de la publicidad, de la moda, de la realidad o mundo que nos rodea?. ¿La realidad?, sí, la realidad o mundo que nos envuelve. Es conocido y vale de ejemplo el caso del arzobispo de El Salvador, Mons. Romero, asesinado en 1980, mientras celebraba la misa. Cuando fue destinado a la diócesis salvadoreña arrastraba fama de ser demasiado conservador. Pero, como era un hombre honrado, honesto, al observar la realidad de la gente, aquella realidad hiriente e injusta, se convirtió en profeta.

Quienes seguían a Jesús estaban rotos. Había que levantar el ánimo. Para ello sugirió la forma de neutralizar el impacto negativo: con la subida a la montaña (anticipo de la resurrección), una experiencia cargada de alegría, de luz, de esperanza. Saltando a nuestra realidad, todos estamos de acuerdo en afirmar que la vida humana se compone de “risa y llanto”. Pero quizás hemos acentuado excesivamente la cara, la faceta del sufrimiento. Una cruz grande preside el interior de nuestras iglesias y nos olvidamos de que el primer milagro de Jesús fue el de convertir el agua en vino en una boda y que los evangelios terminan girando en torno al misterio de la resurrección.

Tres apuntes breves: Una dosis acertada de dolor y de fracasos; de alegría y de éxitos nos viene bien. Nos ayudan a ser amables, a ser humildes.

Aunque parezca un tanto extraño, cada uno de nosotros podemos ser un “Tabor” para el prójimo. Si aquellos apóstoles salieron transformados de aquella experiencia en la montaña, el encuentro con algunas personas produce los mismos efectos. Sin duda ninguna la escena vivida en el Tabor les ayudó a superar el impacto de la crucifixión.

Escuchemos a Jesús, el Hijo predilecto, que nos invita(como les invitó a los tres apóstoles) a “bajar al valle”, donde se cuece la vida, donde recibimos decepciones y satisfacciones. No vale quedarse en las nubes desconectados de lo que pasa aquí abajo.

Estamos en la cuaresma, una etapa en la que se nos llama a dar pasos en favor del hombre nuevo. Ayuna, escucha: “detenerte para ayudar, levantar el ánimo a alguien. Ayuna de palabras y llénate de silencio y de escuchar a Dios y a los otros. Ayuna de tristezas y amargura y llena de alegría el corazón”.

Josetxu Canibe

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