Material para el Animador de la Palabra.
Celebración del Segundo Domingo de Cuaresma. Ciclo B. 25 de febrero de 2024.
1. AMBIENTACIÓN
Podemos colocar un cartel con una de estas frases: “Es mi hijo. ¡Escuchadlo!” o, “El creyente obedece y se fía”.
2. RITOS INICIALES
Monición de entrada. Hermanas y hermanos, nos reunimos para celebrar la fe porque antes hemos vivido su fascinación. Hoy resaltamos que el creyente auténtico demuestra la profundidad de su fe obedeciendo a Dios y fiándose de Él hasta el final. Abrahán es uno de los grades ejemplos.
También nos hemos reunido para celebrar con agradecimiento que Dios nos salva en Jesús. Él nunca condena.
Si la Palabra de Dios nos muestra las dificultades que conlleva el creer, también nos manifiesta el gozo y la bendición que se desprende del ser obedientes a Dios.
Canto
Saludo. Hermanas y hermanos, bendigamos a Dios Padre, que acredita a Jesús como el Hijo amado y Palabra verdadera que debemos escuchar.
Acto penitencial
Tú, que deseas nuestra salvación: Señor, ten piedad.
Tú, obediente has la muerte: Cristo, ten piedad.
Tú, resplandor de la gloria del Padre: Señor, ten piedad.
Oración
Padre Santo, nos vuelves a presentar el gran regalo de tu Hijo, Luz y Palabra, para que lo escuchemos y le hagamos caso. Como Él, queremos ser misioneros de a pie, caminando junto a las personas y con prisa de Evangelio. Acoge nuestros deseos de ser mensajeros de tu Reino. Por J. N. S. Amén.
3. LITURGIA DE LA PALABRA
Monición a las lecturas. Las primeras noticias que tenemos de la Historia de la Salvación nos hablan ya de promesas, bendiciones y alianzas. Dios siempre ha sido igual. Sus ofertas de gracia pueden ser más eficaces si encuentran acogida y responsabilidad en nosotros. Así fue el caso de Abrahán, y lo mismo puede suceder en cualquier otro creyente: la compañía y el amor de Dios transforma la vida. Los tres discípulos que subieron con Jesús al monte lo experimentaron en lo más profundo de su ser.
Lecturas. Gn 22,1-2. 9a. Salmo o canto. Rm 8,31b-34. Aclamación (No aleluya) Mc 9,1-9. Breve silencio.
Comentario homilético. Creyente es aquel bautizado que escucha los planes que Dios le traza, y los pone en práctica, tal y como percibe que Dios le indica, aunque no alcance a comprender lo que Dios le pide; porque no lo hace de una manera ingenua, sino por impacto y experiencia personal de encuentro e intimidad con Dios. Así es la experiencia personal de Abrahán. En la historia del Pueblo de Dios es reconocido como el padre de los creyentes. Nosotros le llamamos. “nuestro padre en la fe. Su fidelidad, puesta en práctica, es de una categoría superior. Abrahán camino del Moria es paradigma de confianza. El gesto de desprenderse de su hijo único, obedeciendo al que se lo pide, es el único “lógico” en el que lo espera todo de él. Retener es inferior modo de posesión a esperar. Y la confianza se lo devuelve nuevamente regalado. Y en él está ahora la infinitud de la promesa: el pueblo numeroso. La prueba destaca al justo: es el que no renuncia al todo esperado por el inmediato poseído.
Entonces que, si nos fiamos de Dios, cambiaremos los criterios y valores, es decir nos descentraremos, para desde ahí buscar, con el acompañamiento de Jesús y los hermanos, caminos nuevos de solidaridad y compromiso fraterno.
La persona bautizada en Cristo, que responde con fidelidad a estas intervenciones sorpresivas de Dios, siente su compañía y su bendición. En la obediencia de su fe estriba su seguridad y su confianza. Esta convicción es imprescindible para poder vivir según el Espíritu.
Y Jesús Subió a la montaña, pero no subió para abandonarse a una escena edificante que diera un empuje nuevo a sus discípulos. Subió par hundirse en Dios Padre y recobrar nueva fuerza, y el Padre lo transfiguró. Se desbordo sobre su cuerpo una -misteriosa teofanía- lo que llevaba desde siempre en su corazón: la luz. Apareció la luz y el misterio recóndito que albergaba su corazón. Apareció la historia de salvación que llevaba palpitante en su pecho.
Y esta experiencia que tienen los discípulos en lo alto de la montaña, por un lado, les causa asombro, pero también los llena de paz: “Qué bien se está aquí...” El Padre refrenda a Jesús como el Hijo predilecto. En adelante será el gran Profeta y la nueva Ley. Con Él comienza la plenitud de la Revelación. Tan fuerte fue el convencimiento que querían quedarse allí ... Pero Jesús les invita a bajar de la montaña a volver a la realidad cruda y dura, porque hay que seguir arrimando el hombro. Quedarse en lo alto sería una evasión. Por tanto, las experiencias místicas son necesarias para oxigenarnos, pero han de ser siempre un estímulo para el compromiso por el Reino...
“Ya no es su sitio el desierto, ni en la montaña se esconde, decid, si os preguntan dónde..., que Dios está, sin mortaja: en donde un hombre trabaja y un corazón le responde...” (Liturgia de las horas)
Un gran hombre de fe, como fue Luther King, escribió: “Como a todos los hombres me gustaría vivir largos años, pero no me preocupo ahora de ello. Solo quiero hacer la voluntad de Dios. Él me ha permitido ascender a la Montaña. Y he mirado desde arriba y he visto la tierra prometida. No temo a ningún hombre. Mis ojos han visto la gloria del Reino de Dios que viene”.
Esta experiencia profunda le acompañó en los duros trabajos por la defensa de los derechos de su pueblo hasta el martirio.
Hoy, quizás más que nunca, no podemos seguir siendo “creyentes de cumplimiento”, necesitamos experimentar en lo profundo de nuestra vida que Dios es Padre, descubrir la presencia de Jesús, en el diario bregar, después de la intimidad del monte; solo así viviéremos según el Espíritu EN PLENA LIBERTAD (Silencio de interiorización)
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