Monición de entrada
Buenos días (tardes, noches) queridos hermanos. Con mucho gozo les recibimos en la casa de Dios para celebrar juntos la Eucaristía correspondiente al cuarto domingo del Tiempo Ordinario.
Todavía es reciente nuestra celebración de la Navidad; Aquel a quien contemplábamos como Niño se nos aparece ahora como el Mesías, el Maestro, el Profeta que habla de parte de Dios a la humanidad.
Preparémonos para la escucha atenta de la palabra profética que hoy nos será proclamada. Comencemos esta Misa. De pie, cantamos.
Moniciones a las lecturas
Monición única para todas las lecturas
El texto del Deuteronomio contiene la promesa de un profeta para el pueblo de Dios, un portavoz de su palabra. En el evangelio, Jesús se manifiesta como el gran profeta prometido, que predica con autoridad. El salmo nos invita a escuchar y acoger esa Palabra.
Moniciones para cada lectura
Monición a la primera lectura (Dt 18, 15-20)
Poniendo en boca de Moisés la promesa de un profeta, el autor del libro del Deuteronomio apoya el movimiento profético en la alianza del Sinaí; el profetismo, como la monarquía y el sacerdocio, son instituciones al servicio del pacto con Dios. Escuchemos.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del Deuteronomio 18, 15-20
Moisés habló al pueblo, diciendo:
—«Un profeta, de entre los tuyos, de entre tus hermanos, como yo, te suscitará el Señor, tu Dios. A él lo escucharéis. Es lo que pediste al Señor, tu Dios, en el Horeb, el día de la asamblea: «No quiero volver a escuchar la voz del Señor, mi Dios, ni quiero ver más ese terrible incendio; no quiero morir».
El Señor me respondió: «Tienen razón; suscitaré un profeta de entre sus hermanos, como tú. Pondré mis palabras en su boca, y les dirá lo que yo le mande. A quien no escuche las palabras que pronuncie en mi nombre, yo le pediré cuentas. Y el profeta que tenga la arrogancia de decir en mi nombre lo que yo no le haya mandado, o hable en nombre de dioses extranjeros, ese profeta morirá»».
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Sal 94)
El salmo 94 se hace eco de la voz divina que los profetas harán oír al pueblo, y no
como tantas veces había pasado, que el pueblo se hacía el sordo a estas voces proféticas.
No endurezcamos nuestro corazón a la voz de Dios y digamos con el salmista:
Salmo responsorial: Salmo 94, 1-2. 6-7. 8-9
R. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor:
«No endurezcáis vuestro corazón».
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos. R.
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía. R.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras». R.
Monición a la segunda lectura (1 Co 7, 32-35)
En el texto que escucharemos hoy, de la primera carta a los Corintios, San Pablo aporta argumentos para mostrar los bienes del celibato. Escuchémoslo.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 7, 32-35
Hermanos:
Quiero que os ahorréis preocupaciones: el soltero se preocupa de los asuntos del Señor, buscando contentar al Señor; en cambio, el casado se preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su mujer, y anda dividido.
Lo mismo, la mujer sin marido y la soltera se preocupan de los asuntos del Señor, consagrándose a ellos en cuerpo y alma; en cambio, la casada se preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su marido.
Os digo todo esto para vuestro bien, no para poneros una trampa, sino para induciros a una cosa noble y al trato con el Señor sin preocupaciones.
Palabra de Dios.
Monición al Evangelio (Mc 1, 21-28)
Hoy escuchamos la primera actuación de Jesús en público. Con los discípulos a los que acaba de llamar, va a Cafarnaún, que va a ser una ciudad importante en su vida, casi como su punto de referencia. Preparémonos para la escucha del mensaje con autoridad que nos trae hoy.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Marcos 1, 21-28
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad.
Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar:
—«¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios».
Jesús le increpó:
—«Cállate y sal de él».
El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos:
—«¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen».
Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.
Palabra del Señor.
Oración de los fieles
Opción 1
Presidente: Oremos al Señor, nuestro Dios, por las necesidades nuestras y las del mundo entero. Unámonos diciendo:
Te lo pedimos, Señor.
- Por el Papa, los obispos, los sacerdotes y todos los que ejercen en la Iglesia el ministerio de la Palabra de Dios, para que lo hagan a tiempo y a destiempo. Oremos.
- Por todos los que dedican su vida a la enseñanza, para que lo hagan con amor y esmero. Oremos.
- Por los que gobiernan las naciones, para que siempre actúen guiados por el Espíritu Santo y no por injerencias de poderes de este mundo. Oremos.
- Por los que sufren en su cuerpo y en su alma los efectos de la enfermedad, para que Dios restaure en ellos la salud. Oremos.
- Por nosotros, que un domingo y otro escuchamos la Palabra autorizada de Jesús, para que la llevemos a la práctica en nuestra vida diaria. Oremos.
Presidente: Señor Dios nuestro, tú que nos has dado la Buena Noticia de la salvación, por medio de tu Hijo, el profeta anunciado: escucha nuestras súplicas. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Opción 2
Presidente: El Espíritu Santo es el autor principal de la oración de la Iglesia; confiados en su inspiración interior, dirijamos al Padre nuestras súplicas diciendo todos:
«Que escuchemos siempre tu voz, Señor»
- Por el Papa, los obispos y los sacerdotes, para que, a ejemplo de Jesucristo, no teman denunciar las injusticias y mostrar el Reino de Dios a los pobres. Roguemos al Señor.
- Por los gobernantes de todas las naciones, especialmente los de nuestro país, para que no alejen su mirada de Dios ni dejen de escuchar sus palabras y promuevan siempre la equidad social. Roguemos al Señor.
- Por los que sufren marginación social, para que encuentren acogida entre todos los que formamos parte de esta Iglesia que no hace distinción de personas. Roguemos al Señor.
- Por quienes celebramos esta eucaristía, para que reconozcamos que el único que tiene autoridad sobre nuestra vida es el Señor y podamos cumplir su voluntad para ser verdaderos hijos suyos. Roguemos al Señor.
Presentación de las Ofrendas
Dios ha enviado profetas anunciarnos su mensaje de salvación. Junto a las ofrendas de pan y vino, también ofrezcamos al Señor nuestro corazón, para que la Palabra escuchada produzca en él frutos abundantes.
Comunión
Es el momento de recibir a Jesús en la Santa Comunión. Aquellos que estén debidamente preparados pueden acercarse con devoción. Cantemos todos…
Final
Hoy hemos escuchado la voz del Señor. Si no hemos endurecido nuestro corazón, llega el turno de poner en práctica lo que aquí hemos aprendido. Fortalecidos con el Pan Eucarístico, vayamos a vivir santamente esta semana, para encontrarnos nuevamente aquí el próximo domingo.
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