San Lucas 1, 26- 38: La hermosura elevada a su máximo esplendor: Inmaculada
1.- En el corazón del adviento, y arropados por Isaías y Juan Bautista, sale a nuestro encuentro Santa María, en uno de los misterios más populares y sentidos por el pueblo cristiano: pura antes y después.
¿Qué tiene la Virgen para que cristalice de manera tan profunda en los sentimientos de los creyentes? ¿Por qué sigue siendo un signo clarividente de confianza y de devoción para el pueblo cristiano?
2.- María es la mujer que reúne ese gran cúmulo de valores que, hoy a algunos, nos parecen imposibles de alcanzar o sostener:
-- Ante la sencillez, la sociedad nos vende la abundancia
-- Ante la obediencia, se nos arrastra hacia el anarquismo
-- Ante la pureza, los poderes mediáticos, vitorean el simple deseo o placer
-- Antes que la pobreza, el hombre prefiere cabalgar holgadamente en el caballo del materialismo
** María, en el corazón del adviento, nos señala esas virtudes, esos dones, esas gracias, que Dios da a los que confían y esperan en El.
** María, portadora de tantos valores, nos empuja a mirarnos en Ella para que descubramos que, sólo Dios, es capaz de obrar y de iniciar algo así.
** María, llena de gracia, nos anima a dejarnos guiar por ese Dios que colma con toda bendición al que se abre, de arriba abajo, a su voluntad.
3.- ¿Qué hemos lapidado muchas de las cosas que representa la Inmaculada Concepción? Ciertamente. Por ello mismo, la Inmaculada, en el ecuador del adviento, se convierte en un exponente de aquello que aspiramos y de lo que nos falta por alcanzar. Es bueno, de todas formas, tener un ideal por encima de nosotros que nos hable de la belleza interior y del esplendor, del amor y de la paz, de la alegría y de la gracia al estilo de Dios. Es decir, como lo vivió y lo sintió María.
Miremos a María en este 8 de diciembre. Sintamos de verdad, con pasión y sin vergüenza alguna, que Ella fue, es y seguirá siendo, un personaje singular para el pueblo que cree y espera en la venida del Salvador.
Contemplemos a María, en esta jornada de su Inmaculada Concepción, y hagamos un homenaje filial y sin paliativos a su ser mujer, a su colaboración con los planes de Dios, a su “sí” sin condiciones, a su obediencia sin farsa, a su disponibilidad sin límites, a su austeridad sin más pretensiones de riqueza que poseer a Dios latiendo en sus entrañas.
-- Con tales actitudes y valores ¿cómo se le iba a escapar a Dios una morada así?
-- Con tan buen fondo y hermosura ¿cómo no se iba a enamorar de esta nazarena?
-- Con tal perfección y blancura ¿cómo no iba a buscarla, Dios, en su humilde casa?
4.- Eso, ni más ni menos, es lo que hoy celebramos, exaltamos y veneramos: su colaboración en la obra de salvación. Su grano de arena para que Dios restableciese la amistad con el hombre. Su ser para que Dios tomase, después de dejarse escuchar, forma humana. ¿Se puede pedir más a un Dios? ¿Se puede exigir más a una mujer como María?
Ciertamente, el Misterio de la Inmaculada Concepción, puede representar la antítesis de lo que hoy acostumbramos a oír, vivir y pensar. Precisamente por ello, María, es un personaje singular encumbrado, celebrado y querido en el corazón de la misma Iglesia. Todo un referente para quien quiera prepararse, como Ella y con Ella, a la próxima Navidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario