No hacen lo que dicen
Jesús de una manera profética denuncia la incoherencia e hipocresía de los fariseos y maestros de la Ley que pervertían la enseñanza de Moisés y los profetas convirtiendo en una carga insoportable para la gente sencilla y humilde. Ojalá los seguidores de Jesús no convirtamos su Evangelio en carga pesada y moralizante para la gente sino en lo que es, “Buena noticia’’, esperanza, dicha, alegría y felicidad para todos.
Las palabras de Jesús no han perdido actualidad. El pueblo sigue escuchando a algunos dirigentes que «no hacen lo que dicen». Hay una profunda división entre lo que enseñan y lo que practican, entre lo que pretenden de los demás y lo que se exigen a sí mismos.
Nuestra Iglesia necesita de verdaderos creyentes que con sus vidas irradien un aire más evangélico. Hombres y mujeres que vivan su fe. Precisamos «maestros de vida». Necesitamos testigos capaces de transparentar en sus vidas el Evangelio de Jesús y que encuentren palabras y gestos que narren al Dios de Vida a las personas que viven sus experiencias de alegría, dolor y esperanza en el hoy y respondan con amor a sus preguntas y necesidades.
La Iglesia si es de Jesús siempre habrá de ser una “Iglesia de puertas abiertas” donde encuentren acogida todos los que necesitan amor, amistad, paz, aliento y esperanza para vivir una vida sana y plena compartiendo y construyendo juntos una comunidad cada vez más humana, fraterna y solidaria. Además, según el papa Francisco la comunidad cristiana necesita con mayor urgencia hoy capacidad de curar heridas y dar calor a los corazones de los fieles, cercanía y proximidad. Veo a la Iglesia como hospital de campana tras una batalla curando heridas y aliviando el dolor de sus hijos y fieles.
La Iglesia está llamada a curar heridas y no imponer cargas pesadas, doctrinas moralizantes y legalistas sino anunciar a un Dios Amor que nos abraza con ternura y amor. En definitiva, necesitamos construir juntos una comunidad que nace de la Palabra haciéndose palabra profética de la presencia de Dios y de su amor en el hoy del mundo y de nuestras historias. En síntesis, necesitamos proclamar la alegre noticia, porque el Evangelio del amor de Dios no puede ser anunciado más que con alegría, esta es nuestra misión que el Maestro de Nazaret nos enmienda a todos sus seguidores.
En definitiva, estamos llamados a atender y a redescubrir una cultura de atención, de la escucha y de una pastoral de proximidad. Por último, estamos invitados a construir una comunidad cristiana que nace de un corazón que ve donde se necesita amor y actúa en consecuencia.
¿Cómo podemos captar a Dios como algo nuevo y bueno?
¿Estamos dispuestos a construir una Iglesia sinodal, samaritana y profética?
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