La imagen de la «viña» aparece una y otra vez en la Sagrada Escritura en función de manifestar la realidad del Reino de Dios, abierto al conjunto de los seres humanos para que se integren y comprometan con él. En la lectura que hoy se hace del profeta Isaías queda bien claro que la «viña» es pertenencia divina. Además, Dios se encarga de preparar perfectamente el terreno de cultivo, de disponer todo para plantar los mejores sarmientos, prometedores de óptimas cepas, adecuadas para conseguir los frutos más logrados. Al trabajo en este campo todos recibimos una llamada de colaboración, que debe realizarse con docilidad a las indicaciones del «Viñador». En sintonía con la revelación del Antiguo Testamento está la parábola de Jesús que presenta san Mateo en el Evangelio. El objetivo que se persigue es la vendimia, para la cual se han de conjuntar fuerzas y habilidades, en docilidad siempre a quien continúa proclamando: «Yo soy la vid y vosotros los sarmientos».
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