en la madrugada de la historia
a buscar obreros para tu viña.
Y dejaste la plaza vacía
–sin paro–,
ofreciendo a todos trabajo y vida
–salario, dignidad y justicia–.
Saliste a media mañana,
saliste a mediodía,
y a primera hora de la tarde
volviste a recorrerla entera.
Saliste, por fin, cuando el sol declinaba,
y a los que nadie había contratado
te los llevaste a tu viña,
porque se te revolvieron las entrañas
viendo tanto trabajo en tu hacienda,
viendo a tantos parados que querían trabajo
-salario, dignidad, justicia-
y estaban condenados todo el día a no hacer nada.
A quienes otros no quisieron
tú les ofreciste ir a tu viña,
rompiendo los esquemas
a jefes, patrones, capataces, obreros y esquiroles…,
a los que siempre tienen suerte
y a los que madrugan para venderse
o comprarte… ¡quién sabe!
Al anochecer cumpliste tu palabra.
A todos diste salario digno y justo,
según el corazón y las necesidades te dictaban.
Quienes menos se lo esperaban
fueron los primeros en ver sus manos llenas;
y, aunque algunos murmuraron,
no cambiaste tu política evangélica.
Señor, sé, como siempre,
justo y generoso,
compasivo y rico en misericordia,
enemigo de prejuicios y clases,
y espléndido en tus dones.
Gracias por darme trabajo y vida,
dignidad y justicia
a tu manera…,
no a la mía.
Florentino Ulibarri
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