04 junio 2023

UNA DEMANDA PENDIENTE


Por Gustavo Vélez, mxy

“Dijo Jesús a Nicodemo: Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna”. San Juan, Cáp. 3.

1.- Cursa en el cielo una demanda contra un grupo de bautizados. Ellos se han defendido alegando que son teólogos. Pero san Lucas, fiscal para estos temas, les ha dicho: El oficio que a ustedes compete, más que complicar el evangelio, es explicar las cosas de Dios en lenguaje simple y llano.

Todo ocurrió cuando se introdujo en la liturgia de la Santísima Trinidad un párrafo muy singular: “Eres un solo Dios, un solo Señor, no en la singularidad de una sola persona, sino en la trinidad de una sola sustancia. De modo que al confesar nuestra fe en la verdadera y eterna divinidad, adoramos lo que es propio de cada persona divina y también la unidad de la esencia y la igualdad de su majestad”. La demanda continúa pendiente, hasta que la corte celestial dicte un fallo.

Los peritos señalan que esta curiosa fórmula viene de tiempo atrás, cuando la experiencia cristiana se vertió en moldes griegos. Sin embargo, cuando regresamos al Evangelio, descubrimos que para encontrarnos con Dios, más que las tareas del entendimiento, valen las pesquisas del amor. A través de la historia, muchos grupos humanos comprendieron que el universo no se explica sin la existencia de un ser superior. Y se preguntaron enseguida: ¿Dónde habitará ese Creador, quiénes le acompañan, cuáles son sus costumbres, qué pretenderá hacia nosotros? De tales inquietudes surgieron las diversas religiones con sus desatinos y aciertos.

3.- En un contexto judeocristiano la búsqueda religiosa se ilumina por la palabra de los profetas y luego por la presencia de Dios entre nosotros. Jesús de Nazaret, a quien confesamos Dios y hombre, nos dio un curso completo, que disipa toda incógnita sobre quiénes somos y adónde nos dirigimos.

En repetidas ocasiones el Maestro enseñó que Dios es Padre, no sólo por su poder sino por su capacidad de perdón y su ternura. Que se hizo visible en Jesucristo, su enviado, su palabra, su Hijo unigénito. Igualmente que Jesús nos ha dejado su Espíritu, su fuerza y su luz que empujan la historia hacia metas de equilibrio, de realización, de plenitud.

La Iglesia primitiva, acunada sobre la enseñanza de los apóstoles fue descubriendo la grandeza de Dios, que no se agota en una sola persona. Y desde siglos atrás los cristianos de a pie aprendimos a rezar: “Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo”.

4.- Cuenta además san Juan, cómo el Maestro en una larga entrevista con cierto rabino de Jerusalén, le descubrió en palabras sencillas, algo que responde a aquellas preguntas iniciales: ¿Dónde habitará ese Creador, quiénes le acompañan, cuales son sus costumbres, qué pretenderá hacia nosotros?: “Dijo Jesús a Nicodemo: Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna”.

Era de noche sobre Jerusalén y Nicodemo, de cara a Jesús y lleno de asombro, empezaba a sacar las consecuencias: Dios es amor. Amor sustancial, dirían más tarde los teólogos, Amor en comunidad. Y su proyecto sobre el mundo no es de ninguna manera condenarnos. Es salvarnos a todos.

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